DON VÍCTOR ZUNINI MELÉNDEZ:EL BUEN ADMINISTRADOR
Durante muchos años y a partir de la década de 1940 la Hacienda Malacasí fue un gran latifundio cuyo propietario fue Don Juan Cuglievan Trint, le inyectó un auge muy grande, viviéndose una etapa de mucha prosperidad y pleno empleo.Multitud de trabajadores foráneos llegaban al pueblo en las épocas de siembra o cosechas de arroz, maíz o algodón, dado que toda la mano de obra de los residentes se cubría en su totalidad, viéndose la necesidad de contratar personal eventual, y golondrino, para suplir la carencia. De esta manera arribaban las famosas contratas reclutadas en el bajo Piura, o en Chulucanas, Morropón, Malingas Yapatera, y hasta de Túcume, Jayanca y Lambayeque, porque eran mano de obra especializada para este tipo de trabajo.
Malacasí se transformaba en una feria total cada sábado y domingo, luego que los trabajadores recibían su pago semanal, disfrutaban de las viandas y horneados especiales de pavo, gallina, o cerdo que los negocios de comida y cafeterías, preparaban para ofrecer a los comensales que se deleitaban con tan buenos y sabroso potajes y también comprando ropa y vajilla de los vendedores mercaderes procedentes de Piura y Chulucanas que arribaban para este fin.Toda esta bonanza y bienestar se debió al buen manejo administrativo de don Víctor Zunini Meléndez, quien teniendo la experiencia administrativa de la hacienda La Viña, dirigió con gran celo y tino la actividad empresarial de la hacienda, Malacasí ejecutando a cabalidad los cronogramas de los ciclos agrícolas y actividades logísticas, desde el arado y preparación de la tierra, las siembras, las cosechas, hasta la entrega final de los productos, todo dentro de los plazos y la precisión de un reloj suizo.
Los malacasinos y los trabajadores eventuales fueron felices recibiendo cada semana
su pago puntual, recompensado hasta el último centavo y era motivo de alegría y regocijo
ver a don Cirilo García, auxiliar del cajero de la hacienda, los
jueves o viernes de cada semana con su bolsa de tela, recorriendo las pulperías
de Malacasí buscando cambiar monedas pequeñas para cancelar hasta las mínimas
fracciones del salario de los trabajadores.
Don Víctor Zunini que fue de gran fortaleza física y hablar contundente, no fue además ajeno a la comprensión, atención y respeto de los problemas de sus trabajadores, a quienes, si por alguna imposibilidad tenía que negar algún pedido, lo hacía razonable y cariñosamente con el término: NO…NO…No… Corazoncito… No se puede. El solía trabajar desde muy tempranas horas de la mañana, caminando despacio y acompasado como un enorme oso gris, por los alrededores de su oficina y siempre se le encontraba dispuesto a escuchar con atención los requerimientos que le hicieran los trabajadores, a esa propicia en las primeras horas de mañana. Usaba camisa en muy pocas ocasiones, y casi siempre sólo cubría su torso con un bivirí que dejaba exhibir su enorme pecho cubierto con abundante pilosidad, y mostrar su auténtico pecho velludo.
Dos grandes ojos casi al borde de la cuenca y con inocultables carnosidades invasoras de los globos oculares destacaban en su cara redonda imposible de olvidar, pues detrás de ese rostro ausente de risa, en el fondo había un abuelo adorable. Cuando en alguna oportunidad, su amigo don Teodoro Díaz Calonje le sugirió, como consejo, la idea de hacerse operar dichas carnosidades que podían tornarse peligrosas e irreversibles para su visión. El respondió amablemente, ¡No…No…NO...Corazoncito… deja que la gallina viva con su pepita!
Tenía su casa frente a las oficinas de la hacienda y al puesto de policía, a la entrada de Malacasí y desde los alrededores era frecuente escuchar los graznidos raros poderosos de los gansos que criaba en su corral . Su Esposa, la señora Victoria Díaz de Zunini, sí que era una verdadera dama muy suavecita y delicada, exhibiendo siempre las calidades humanas que la hicieron digna de todos los respetos y aprecios, porque jamás se escuchó salir de su voz ninguna palabra altisonante. Ella atendía en su negocio de abarrotes y dirigía su casa poniendo toda la atención y diligencia.
Luego
de la Reforma Agraria llevada a cabo durante el gobierno de Juan Velazco
Alvarado, la hacienda próspera, con tecnología agraria de punta y sistemas de
riego a base de pozos tubulares, que la hicieron producir en todas la épocas del año, fue dividida en
pequeñas parcelas, que se repartieron entre todos los trabajadores,
quienes no contando con asistencia ni
técnica ni financiera, fue degradándose poco a poco y quedando finalmente aletargada casi inerme con
la esperanza del retorno de mejores momentos.
Don
Víctor Zunini, una vez que finalizó su
labor administrativa permaneció en Malacasí
durante un buen tiempo y luego emigró a vivir a la ciudad de Chiclayo
donde dejó de existir a una edad muy avanzada.
La
historia de los pueblos la construyen los hombres que las habitaron, y en este caso de Don Víctor Zunini, no construyó ninguna gran obra material que nos recuerde su paso por nuestro pueblo; construyó sin embargo, el recuerdo del buen administrador, talentoso que supo multiplicar los bienes actuando con honradez y justicia, que se
quedó grabado en el corazón de todos los
Malacasinos, que esperarán con él, el día de la resurrección, para compartir el futuro sin final como parte
del pueblo de Dios.