“Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos
ni volveré a ofenderte
. Y en una sepultura, los dos nos dormiremos,
como dos hermanitos.”
César Vallejo.
Toda la segunda mitad del siglo
XX Malacasí estuvo marcado por la presencia de dos noviazgos de larga duración
y mejor ejemplo de corrección, dignos de toda admiración y recuerdo. Ellos fueron:
Bertha Varona - Humberto Padilla y Clorinda Torres-Luciano Mendoza, noviazgos que duraron muchos años, gozaron de la aceptación de sus familiares y culminaron en el altar, luego que cumplieron con todos los protocolos que merecieron dichos compromisos.
Bertha Varona Cisneros nació en Bigote y habiendo quedado huérfana de padre, siendo todavía una niña, fue a vivir con su hermana mayor la señora Jesús Varona, quien hizo las veces de padre, acogiéndola en su casa.Doña Jesús Varona fue dueña de una tienda de abarrotes y de un restaurant muy prestigiado y visitado, especialmente por los transportistas de carga y ómnibus de servicio particular que se realizaba entre Huancabamba y Piura. Ahí la señorita Bertha Varona quien fue toda una dama, simpática delicada, alta y blanca, se conoció con el Guardia Civil don Humberto Padilla Ramírez quien llegó destinado desde Lima para prestar sus servicios policiales en Malacasí. Don Humberto Padilla Ramírez, nació en Huaraz, y fue un hombre correctísimo, muy educado, y como autoridad, gozó de los aprecios de todo el pueblo. Era de talla mediana, atento y ejemplar policía. Ambos se enamoraron y mantuvieron un noviazgo que duró más de diez años y se desarrolló en forma impecable, manteniendo toda la seriedad que ameritó una relación tan especial, sobre todo cuando el tema principal fue la construcción de los manejos afectivos mutuos.Ellos culminaron el largo noviazgo celebrando su matrimonio con todas las de la ley, jurándose amar por toda la vida y lo cumplieron, separándose sólo con la muerte, pero compartiendo dos tumbas juntas en el cementerio Metropolitano de Piura.Frutos de su amor, fueron sus hijos María Eugenia quien murió ahogada en una noria cuando todavía era una niñita, y sus dos hijos varones que don Humberto siendo muy aficionado al futbol, los rebautizó cariñosamente como Papín y Pierre que fueron los nombres de un jugador francés muy famoso Jean Pierre Papín.
finalizo este retrato en blanco y negro de doña Bertha y don Humberto con el soneto de César Vallejo, para hacer honor a ese emblemático matrimonio, que fue un gran ejemplo, a seguir amándose más allá de la muerte.
El poeta a su amada
Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.
En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.
Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.
César Vallejo
Clorinda Torres Paico, hija de don Tomás Torres y
de doña Petronila Paico ; y don Luciano Mendoza, ciudadano, nacido en
Lambayeque, fue también una pareja
ejemplar, dignos de todos los elogios, por la forma tan bonita como vivieron su
noviazgo por largos años y culminó en el altar, en una unión para toda la vida.
Doña Clorinda Torres no hubiera podido conseguir una pareja mejor que don Luciano, gran persona que trabajó por muchos años como conductor de un camión de la hacienda Bigote, propiedad de don Alberto Cuglievan. Don Luciano cuidó el camión con mucho esmero y mejor que si hubiera sido suyo. Cuando se dio la reforma agraria del Gobierno Militar de Velasco Alvarado, todas las tierras y bienes de los Cuglievan fueron expropiados, pero Don Alberto no tuvo mejor forma de agradecer a un empleado tan leal como lo fue don Luciano, que trasladándole la propiedad del camión a su patrimonio.
Corintios 13
13 SI yo hablase
lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que
resuena, o címbalo que retiñe.
2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los
misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase
los montes, y no tengo caridad, nada soy.
3 Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer
a pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de
nada me sirve.
4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no
tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha;
5 No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no
piensa el mal;
6 No se huelga de la injusticia, más se huelga de la
verdad;
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta.
8 La caridad nunca deja de ser: más las profecías se
han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de ser quitada;
9 Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
10 Más cuando venga lo que es perfecto, entonces lo
que es en parte será quitado.
11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como
niño, juzgaba como niño, más cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de
niño.
12 Ahora vemos por espejo, en obscuridad; más entonces
veremos cara á cara: ahora conozco en parte; más entonces conoceré como soy
conocido.
13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la
caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad.*
*Entiéndase caridad como
el amor gratuito que se hace ágape, para darse sin esperar nada a cambio.