COSAS DEL MÁS ALLÁ EN MALACASI: EL PUENTE PERIQUILLO.


 COSAS DEL MÁS ALLÁ  EN MALACASI: EL PUENTE PERIQUILLO.


Pasando el puente de desvío a Salitral, siguiendo a unos 500 metros  por el antiguo camino, había otro puente sobre un canal de regadío de las huertas de malacasí, que corría paralelo al rio.Este canal era angosto de unos diez  metros y  sobre el se había construído un puente sin barandas de contención en los costados laterales, y por ende los vehículos debían de cruzarlo despacio. Nunca había sucedido ningún percance, hasta una noche fatídica cuando un tractorista llamado Pedro y apodado Periquillo, se dirigía de Malacasi a Salitral conduciendo un tractor John Deere con el cual hacía sus trabajos en el campo preparando el terreno para la siembra. Esa noche iba. manejando  en completo estado de embriaguez de tal manera que, los que lo vieron por ú ltima vez, se percataron de que el tractor iba culebreando en el camino.

Don Pedro Periquillo cruzó limpiamente en primer puente de desvio a Salitral que era el más peligroso, pero al llegar al siguiente puente sobre el canal de regadío, no calculó bien el espacio y el tractor se volteó sobre el canal que estaba lleno  de agua, aplastando el cuerpo del tractorista, quien quedó prisionero debajo del tractor y se ahogó en contados segundo, pues el peso del tractor no permitió que pudiera moverse ni un centímetro, Al dí siguiente, muy temprano fue reportado el accidente y dos cuadrillas de ocho personas cada una, premunidos de sogas y mulos, pudieron levantar el tractor, liberando el cuerpo sin vida de don Pedro Periquillo, totalmente morado y con el rigor mortis del cadáver endurecido, presentando la apariencia de que siguiera sentado.

Fue un accidente muy lamentable y a partir de este hecho, bautizaron a dicho puente como el Puente Periquillo, y pocos se animaban a pasar por allí  durante la noche,  porque en la soledad y el silencio creían escuchar los quejidos tristes y angustiosos,  que  pronunció Periquillo mientras se precipitaba al agua en el momento del accidente, algunas personas comentaban que ese tramo de la acequia se había convertido en una zona pesada, por la presencia paranormal de fantasmas y duendes  y otros seres del más allá que se se hacían notar, especialmente a las personas débiles y miedosas. La actividad paranormal empezaba unos 50 metros antes del puente Periquillo con la aparición de seres que salían de la parcela de don Juan Neira, donde había una antigua planta  de mango manzano y otra planta de almendro, que habían crecido desde hacía muchos años en forma silvestre, y que servía de morada a dichas almas del más allá.

En los años siguientes habiendo una nueva ruta a Salitral,  este antiguo trecho con sus dos puentes desapareció por falta de uso y por las crecientes del río, que se fueron  llevando poco a poco todo vestigio que pudiera  hacer recordar la memoria de Periquillo,  quien pasó  a ser un alma más  dentro del grupo de los olvidados ya que el tiempo va borrando todos los recuerdos tristes que pasan por la vida, no obstante aún sigue el nombre, pero sin recordar el accidente.

Solo el retrato de este suceso escrito  en blanco y negro, mantendrá actualizado  el  evento de la muerte de Periquillo y todos, podrán investigar  si   en alguna tumba  del cementerio de Salitral existe su nombre y apellido de pila, sobre alguna cruz, apellido   que no sabemos cuál fue, porque solo se le conoció como tal, don  Pedro Periquillo.

Seguramente que el alma de don Pedro Periquillo, comparte la eternidad  junto con Juan Quiroz que fue el maestro de los tractoristas de, con Gregorio Mejía Cruz y posiblemente con otros amigos que cumpliendo las leyes divinas ya se encuentran morando en el mundo escatológico hacia donde vamos todos  ansiosos de ver el rostro de nuestro Padre Celestial.

octubre 2021.

 

 

 


COSAS DEL MÁS ALLÁ EN MALACASÍ : TOMA EL TAMAL QUE ME QUE QUEMA . Ayyyy

  ¡TOMA EL TAMAL QUE ME QUE QUEMA ! Ayyyy


Un poco más delante de  la UR se encontraba el antiguo puente  de desvío a Salitral que era en forma de una tan estrecha que los camiones que venían de Salitral al tomar la curva para entrar en la carretera principal, ejecutaban la operación casi rosando la ladera del cerro. El puente fue construido sobre un sobre un antiguo canal de regadío, que también fue famoso porque allí, se daba otro fenómeno paranormal de almas en pena, que se manifestaban en las noches de luna nueva y aprovechando la oscuridad, gritando lastimera y tristemente:

¡Toma el tamal que me quema!   Ayyyyyyyy

¡Toma el tamal que me quema¡   Ayyyyyyyy

Mostrándose fantasmalmente con figuras vestidas de blanco flotando sobre en el aire, unas veces acercándose, otras alejándose y otras subiendo y bajando lentamente para poder ser percibidas, haciendo  tiritar  de  miedo,  rechinar de dientes y temblar de piernas, hasta a los más valientes, por lo que cuando alguien se atrevía a caminar de noche por aquel lugar,  lo hacía acompañado de varias personas y tan luego se acercaban a dicho puente, lo hacían rezando en voz alta la oración de la Salve a las Vacas,  que es una poderosa oración para ahuyentar a los demonios y otros malos espíritus

Se tuvo noticias que ahí en ese lugar en la  década del cuarenta del  pasado siglo XIX,  hubo un accidente de auto con pérdida de vidas, entre las cuales murieron dos niños menores que había viajado con sus padres y dos amigos. No se sabe por qué razones el auto se precipitó en esa pequeña curva frente al puente y  terminó talmente destrozado muriendo todos sus ocupantes, El auto fue abandonado en el canal junto al puente, pero luego de un tiempo,  fue recuperado,  llevado a Malacasí  y depositado en el taller mecánico de don Juan Quiroz,  donde  permaneció  hasta que lo consumió el tiempo, y los años , dejando  solo los componentes sólidos de puro fierro oxidado.

Las almas que penaban en el puente de Salitral,  fueron de las  personas que murieron repentinamente y no tuvieron ocasión de expiar sus pecados, puesto que venían de practicar la brujería en las lagunas de las Huaringas, por  lo que solo atinaban a querer entregar sus culpas  capturadas  en un tamal ardiente que  les consumía el alma, como si fuera lava de volcán, que debía ser depositado en   las manos de algún   Sacerdote para quedar limpios de alma y espíritu.

Pasados los años,  ese puente pequeño fue reemplazado por otro puente más grande sobre el rio Salitral y la zona fue poblándose de casas y personas, hasta que las almas en pena desaparecieron luego que don Manuel Crespo, el rezador de Malacasí, acompañado de numerosas personas, realizó una ceremonia de Adoración al Santísimo y encomendó dichas almas al Señor Crucificado, pidiendo que ellas fueran sujetas de su perdón y misericordia, hecho que de verdad sucedió porque nunca mas volvió a escuchar los ayes lastimeros de Toma el tamal que me quemo.

Como este episodio de la vida malacasina fue motivo de preocupación por largo tiempo, dejamos registrado el hecho en esta lectura para que sea parte de la historia que no debe olvidarse.

octubre 2021.

 

COSAS DEL MÁS ALLA EN MALACASÍ: LA UR.

COSAS DEL MÁS ALLÁ : LA  UR.


Desde año 1931 hasta 1963 existió un partido político de corte fascista llamado Unión Revolucionaria, UR, creada por Luis M Sánchez Cerro y liderada después de su muerte, por el político don  Luis. A.  Flores aspirante a la Presidencia de la República, 

Rezagos  de la efervescencia partidaria  vivida en esa época, fueron las pintas con diferentes lemas y siglas que se hacían visibles en los árboles, en las paredes de las casas, en las grandes piedras al borde de la carretera y hasta en las faldas de los cerros. A la mitad del camino, entre Malacasí  y Salitral hubo  una curva muy estrecha, peligrosa  y cerrada,  flanqueada por una enorme piedra del cerro, que se angostaba hasta casi impedir el paso de los vehículos. Dicha curva fue  conocida como la UR, porque en la pared  misma de la colosal roca,  se pintó bien grande y de color rojo,  la sigla UR  por los partidarios del partido Unión Revolucionaria y que permaneció por muchos años,  hasta que la carretera fue ampliada,  y la piedra dinamitada hasta hacerla desaparecer junto con la inscripción que le había dado el nombre.

Esa curva era temida porque  se decía que durante las altas horas de la noche y en la madrugada,  se aparecía un jinete sin cabeza montado en un caballo negro,  brioso y chúcaro, espantando  a todo  cristiano que transitara por el lugar causándoles un frio tan intenso  que los paralizaba de pies a cabeza. 

Sobre esta aparición sobrenatural, hubo  muchas personas que aseguraban que este fantasma  fue de un bandolero excesivamente cruel, a quien sus propios compinches le llamaban el Demonio  que en las  épocas del bandolerismo,  fue muerto por la misma gavilla de asaltantes, debido a  sus acciones criminales extremas  en el ejercicio del robo y asalto, a los arrieros, que transitaban conduciendo sus grandes piaras cargadas de toda clase de mercaderías.

Decían que dicho  bandolero  había enterrado  un  tesoro cerca de la UR y su alma deambulaba sin esperanza, buscando algún algún cristiano  valiente a quien entregar el tesoro y  de esa manera,  le ayudara a librarse de sus penas, cosa que nadie se atrevió a hacerlo, a pesar de que ya se había mostrado a algunos valientes que al escuchar su voz tenebrosa y cadavérica huyeron precipitadamente como un alma que lleva el diablo .

Otros contaban  que frente a la UR, exactamente al borde de un canal de regadío,  había una olla grande repleta de objetos  y joyas de  oro,  enterrada  por un gentil en tiempos anteriores a la conquista; y que el alma de éste se aparecía con la apariencia de un hombre sin cabeza por las noches, para encontrarse con alguien  de gran coraje a quien pudiera entregarle esa riqueza,  para librar su alma de esa atadura que le impedía dejar este mundo e ir al encuentro de su Creador.

En una oportunidad, don  Manuel Ríos quien tenía el don de ver las almas en pena, y también mucho valor para hablarles, a  pesar de las escalofriantes  voces  con que ellas se expresan,  intentó en varias oportunidades, hablar con el hombre sin cabeza y un buen día lo consiguió haciendo que el hombre sin cabeza le hablara a sus espaldas para no que le intimidara. El alma en pena, le contó  que una noche fue decapitado por sus  compañeros integrantes  de  la pandilla de asaltantes  y que su cabeza fue arrojada al río, por lo cual nunca pudo recuperarla. Le pidió que le llevara un rollo de pabilo, para que le indicara con ese señuelo el lugar exacto donde se encontraba el entierro, pero que todo esto debía hacerlo completamente solo, sin ningún acompañante.

Don Manuel  Ríos, obedeciendo dicha indicación, fue al lugar  durante la noche, ubicó el sitio exacto donde terminaba el hilo, y se dispuso a sacar el entierro. No tuvo resistencia en la excavación porque la tierra era suavecita como si fuera harina de pan y pronto empezó a aparecer señales de una enorme olla de barro,  llena de alhajas de oro,  pero en ese momento que se disponía  a sacar el entierro, escuchó de pronto el llamado de su esposa Rita, quien sospechando que don Manuel la estuviera engañando con otra mujer, lo había seguido sigilosamente. Tan luego se escuchó la voz de la señora Rita,  don Manuel volteó sorprendido  y automáticamente, el lugar que  desenterraba quedó sellado como si no hubiera sucedido nada, la tierra se endureció y la olla de oro desapareció de su vista. El entierro había cambiado de lugar, frustrando la oportunidad que don Manuel se volviera rico de la noche a la mañana.

Pasaron los años y la UR que era un lugar solitario, se fue poblando de casas y la curva  ya no fue nunca la más, ni  solitaria ni peligrosa. Desaparecieron los fantasmas, junto con los árboles de zapote, las plantas de cardo santo, las plantas de borrachera  y  muchas otros  cactus que la rodearon del misterio y alimentaron los miedos de la gente. 

La UR, que alimentó nuestros sueños de niños queda perennizada en esta lectura malacasina para que no se pierda en los laberintos de la soledad  y el olvido.


Octubre 2021.

  

AMORES DE PRIMAVERA MALACASINOS

 

 AMORES DE  PRIMAVERA MALACASINOS 

¿ Por qué la sombra, si eres luz querida?
Si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
Si eres muerte, ¿por qué me das la vida?

Manuel Gonzales Prada

Los amores primaverales fueron de alegría inusitada que  se evidenciaron  en dos vidas malacasinas  tomando  forma de una pareja de niños, que cruzaron  el tiempo como  el transito de una estrella fugaz o como el inadvertido cruce de un  cuerpo celeste  que pasó acariciando el planeta  apareciendo en  el infinito espacio desde y hasta los  confines del universo. 

La niña fue  como la irrealidad de un  ensueño,  carita fresca y lozana como una linda orquídea jamás  soñada, que penetró  la profundidad del corazón del niño, llenó todos los espacios de sus  ilusiones y fue como un  impacto  que removió incontenible todas la células de su corazón, ávido de un cariño bonito diferente al maternal, que  se mantuvo irreductible en los  átomos más recónditos de su humanidad.

El niño  no supo  cuánto duró la relación intensa y fulminante,  porque en cosas del corazón: el tiempo, es presente pasado y futuro a la vez ; pero fue muy corta , que se dió  a  hurtadillas y que compartió con escrupulosa discreción, como una  pequeña aventura inocente e incontaminada de cualquier malicia,  que se desencadenó irremediable en el contacto de un solo beso y un abrazo profundo que removieron la totalidad de las fibras de sus sentimientos con la furia de un huracán  incontenible,  impregnándose  en la totalidad de su ser.

El cariño de Ella  llegó en el momento oportuno, en el lugar oportuno como los arpegios de una canción nunca escuchada, y como el plus que niño  necesitaba para que todos sus circuitos  cerebrales y del corazón se conectaran maravillosamente, ordenándose  como las notas  precisas  de una sinfonía  única y perfecta. El niño  no recuerda como la perdió, sólo supo que  un día, Ella se esfumó de su vida irremediablemente e inasible como la fragancia de un  perfume de ensueño que se funde en el aire perdiéndose en el espacio sin oportunidad de  retorno.

Así desapareció, súbita y repentinamente como había aparecido desde  laberinto enmarañado de los caminos diversos  por donde  Dios nos conduce. Y toda esa inesperada felicidad se desparramó inevitable en esta aventura compartida en la eternidad de unos pocos lapsos que no se pudieron medir. Ella se fue en un carruaje dorado hacia galaxias ignotas  a recorrer el cielo como Faetón el hijo de Apolo para convertirse en alguna estrella brillante   y titilante en la bóveda celestial  para mantener y alimentar  por siempre sus ilusiones. El niño quedó   seguro que eso tenía que  suceder porque Dios tiene diferentes e incomprensibles  maravillosos caminos   para cada persona,  y Ella   estaba hecha  para no ser más que esa feliz y oportuna exquisitez, que tenía reservada para su vida, en ese tiempo y espacio que no podía ser de otra manera, porque entonces habría perdido la esencia atemporal que se funde en la  memoria como todo buen recuerdo.

No obstante  la impronta de esa linda oportunidad  permitió que  Ella , se refugiara  fosilizada en  un pequeñito espació de su  vida y se conservara  con amor blanco e inofensivo,  como una sinfonía inconclusa  que se quedó sellada en el centro eternal de  su  alma. No se supo lo que sucedió en el alma de Ella, esa  niña bonita, pero el niño  cree que igual,  ella  también habría sentido  que  esos  pequeños y furtivos  encuentros removieron en profundidad sus emociones de sentirse amada  y por ende  se  entregaba a sus  brazos vigorosa y  largamente cariñosa,  mientras él la amaba  con todas sus pasiones, que se desbordaban  indomables e incontenibles.

Se  escribe este retrato  en blanco y negro  de los amores primaverales  de estos niños, a pedido expreso de uno de ellos  y porque el hecho ya se consumió en los confines  del olvido, pero  debe quedar constancia de  ese episodio  fino y dulce que tuvo lugar en Malacasí,  ya que lo que pasa en el tiempo, no tiene regreso. El niño murió en Piura y Ella terminó sus días en Lima.


octubre 2021

 

 


TREMENDA PELEA EN MALACASÍ : ¡¡VIVA BELAÚNDE !!.

 TREMENDA PELEA EN MALACASÍ : ¡¡VIVA BELAÚNDE.!!  

En el año 1956, un joven arquitecto, irrumpió abruptamente en la política peruana  con una marcha  en el Jirón de la Unión  del centro de Lima, la misma que fue reprimida  con brutalidad por las fuerzas del orden. Ese hecho fue el detonante que hizo posible  la inscripción del partido Acción Popular, fundado por el Arq. Fernando Belaúnde Terry, quien  ha participado en la historia del Perú con fuerte presencia, en razón de sus ideas claras, que parten de la concepción del Perú como doctrina, rescatando su pasado histórico milenario  y postulando que los hombres hacen su propia historia, acuñado en el lema El Pueblo lo hizo, que exhibió con impecable orgullo durante sus dos períodos presidenciales, cuando inauguraba alguna obra. Fernando Belaúnde Terry fue un gran político de pensamiento fino y  verbo  preciso cautivador  de masas que lo siguieron con devoción y respeto.

Se cuenta que en la Familia Belaúnde hubo siempre un líder que destacaba en algún don, y por eso había:

Un Belaúnde político que era de las masas.

Un Belaúnde religioso que era de las misas.

Un Belaúnde galante  que era de las mozas.

Un Belaúnde sibarita  que era de las mesas.

Un Belaúnde poeta que  era de las musas.

Sucedió que en Malacasí, todo el pueblo fue contagiado por el entusiasmo que este gran político de noble casta, descendiente de destacados  intelectuales e ideólogos  en la historia peruana, como lo fueron su padre Rafael Belaúnde y su tío Víctor Andrés Belaúnde y rápidamente se formó en Malacasí un comité político del partido Acción Popular, liderado por los señores malacasinos, Sergio Neira, don Eugenio Núñez y Guadalupe Peña, logrando agrupar a la mayoría de los pobladores que manifestaron su entusiasmo  en todo momento.

Un día de los comienzos de 1960, fue convocado un mitin aprista en la ciudad de Piura y un camión procedente de  Huancabamba, lleno de simpatizantes portando banderolas, pasó por el pueblo de Malacasí  cantando la Marsellesa Aprista, gritando vivas al Apra  e insultando a todo el mundo con palabras salidas de tono, pero no hubo  mayor problema porque  el camión no se detuvo en el pueblo, sino que pasó sin parar, por lo cual no se suscitó ningún incidente. Ese día había fallecido  don José Tocto, un pionero fundador de Malacasí y su cuerpo era  velado en su casa justo frente a la calle principal por donde circulaban todos los vehículos, pero el pueblo guardaba profundo respeto y la tristeza,  era evidente no solo entre los deudos sino en todos los amigos que velaban su cadáver.

Cuando pasó el camión con los apristas hacia  Piura,  se soportó calladamente toda la grita de los entusiasmados simpatizantes,  pero a su regreso, el camión tuvo la mala fortuna de estacionarse casi frente a la casa donde era velado el difunto, y a pesar que muchas personas advirtieron sobre el velatorio, los apristas comenzaron a gritar arengas y cantos que terminó incomodando no solo a los familiares del difunto, sino también a todos los  Acciopopulistas, quienes en un grupo bien nutrido encabezado por los  correligionarios  Eugenio Núñez y Sergio Neira, se acercaron al camión y les advirtieron que por respeto al difundo, cesaran en sus arengas.  Pero los Apristas no hicieron caso y por el contrario, la grita se hizo más fuerte e irrespetuosa, situación que exasperó los ánimos y se inició una serie de empujones mutuos, que degeneró en una de las más grandes peleas que jamás se haya visto en Malacasí,  cuando un dirigente aprista quiso amedrentar al correligionario Eugenio Núñez, llenándolo de insultos y amenazas a la vez que exhibía una fina pistola alemana Luger de las usadas en la segunda guerra mundial.

Los Belaundistas que eran  la totalidad del pueblo, cuando vieron  estas  amenazas, se arremolinaron y fueron las mujeres, quienes tomando la iniciativa hicieron detonar una gran pelea al grito de ¡Viva Belaunde! ¡Mueran los búfalos! Allí hicieron sentir sus puños, los mejores peleadores de Malacasí, Guadalupe Peña, Lucho Durand, José Calle, Carlos Tineo, Donatilo Durand, Pedro Gómez Cholelo, Polo Feria, Segundo Jaime, y otros que se batieron maravillosamente, haciendo rodar a los apristas con cada puñetazo que propinaban. El mocho Teodoro Guerrero que era manco, pero manejaba muy bien la cabeza, dejó ese día como a diez apristas fuera de combate a cabezazo limpio. Guadalupe Peña, con tremendo tamaño y fuerza, cogía de dos por el cogote y los hacía rodar como si estuviera limpiando la carretera con sus cuerpos. Y las  mujeres arengaban con sus gritos dando ánimo a los correligionarios  y a palazo limpio  lograron despojar de la pistola al aprista que quiso causar  miedo con el arma en la mano.

Los apristas, maltrechos  y con hematomas por todo el cuerpo se refugiaron precipitadamente en el camión y en su huida perdieron sus banderolas, bombos y todos los instrumentos que habían usado en el mitin de Piura. Los acciopopulistas, ganados por la cólera pretendieron incendiar el camión, pero el correligionario Eugenio Núñez  haciendo uso de su liderazgo evito que ese hecho se convirtiera en tragedia y permitió que los apristas huyeran apresurados y con el rabo entre las piernas.

Desde ese entonces, cuando los apristas pasan por Malacasí, lo hacen calladamente , evitando provocaciones porque saben que en este pueblo tienen su corazoncito sólo para Acción Popular y su líder Fernando Belaunde, que se fue a compartir  la eternidad con su compañera de toda la vida doña Violeta Correa de  Belaúnde.

Solo falta que la lealtad y cariño del pueblo de Malacasí, para  el partido Acción Popular se concrete en alguna obra que perpetúe su presencia, y consolide para siempre ese sentimiento, que de todas maneras queda sellada con esta lectura que es parte de la historia malacasina 

 

octubre 2021. 

 

AMORES ETERNOS EN MALACASÍ.

  AMORES ETERNOS  EN MALACASÍ

“Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos

ni volveré a ofenderte

. Y en una sepultura, los dos nos dormiremos,

 como dos hermanitos.”

                                              César Vallejo.  

Toda la segunda mitad del siglo XX Malacasí estuvo marcado por la presencia de dos noviazgos de larga duración y mejor ejemplo de corrección, dignos de toda admiración  y recuerdo. Ellos fueron:

Bertha Varona - Humberto Padilla y Clorinda Torres-Luciano Mendoza,  noviazgos  que  duraron muchos años, gozaron de la aceptación de sus familiares y culminaron en el altar, luego que cumplieron con todos los protocolos que merecieron  dichos compromisos.

Bertha Varona Cisneros nació en Bigote y habiendo quedado huérfana de padre, siendo todavía una niña, fue a vivir con su hermana mayor la señora Jesús Varona, quien hizo las veces de padre, acogiéndola en su casa.Doña Jesús Varona  fue dueña de una tienda de abarrotes y de un restaurant muy prestigiado  y visitado, especialmente por los transportistas de carga y ómnibus de  servicio particular que se realizaba entre Huancabamba  y Piura. Ahí la señorita Bertha Varona quien fue toda  una dama, simpática  delicada, alta y blanca,  se conoció con el Guardia Civil don Humberto Padilla Ramírez quien llegó destinado desde Lima para prestar sus servicios policiales en Malacasí. Don Humberto Padilla Ramírez, nació en Huaraz, y  fue un hombre correctísimo, muy educado, y como  autoridad, gozó de  los aprecios de todo el pueblo. Era de talla mediana,  atento  y  ejemplar policía. Ambos se enamoraron  y mantuvieron un noviazgo que duró más de diez años y se desarrolló en forma impecable,  manteniendo toda la seriedad  que ameritó  una relación  tan especial, sobre todo cuando el tema principal fue  la construcción de los manejos afectivos mutuos.Ellos culminaron  el  largo noviazgo celebrando su matrimonio con todas las de la ley,  jurándose amar por toda la vida y lo cumplieron,  separándose sólo con la muerte, pero compartiendo dos tumbas juntas en el cementerio Metropolitano de Piura.Frutos de su amor, fueron sus hijos María Eugenia quien  murió ahogada en una noria  cuando todavía era una niñita, y sus dos hijos varones que don Humberto siendo muy aficionado al futbol, los  rebautizó cariñosamente  como Papín y Pierre que fueron los nombres de un  jugador francés muy famoso Jean Pierre Papín.


finalizo este retrato en blanco y negro de doña Bertha y don Humberto con el soneto de César Vallejo, para hacer  honor a ese emblemático matrimonio, que  fue un gran ejemplo,  a seguir amándose más allá de la muerte.

El poeta a su amada 

Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche clara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

                                        César Vallejo

 

Clorinda Torres Paico, hija de don Tomás Torres y de doña Petronila Paico ; y don Luciano Mendoza, ciudadano, nacido en Lambayeque,  fue también una pareja ejemplar, dignos de todos los elogios, por la forma tan bonita como vivieron su noviazgo por largos años y culminó en el altar, en una unión para toda la vida.

Doña Clorinda Torres no hubiera podido conseguir una pareja mejor que don Luciano, gran  persona que trabajó por muchos años  como conductor de un camión de la hacienda Bigote, propiedad de don Alberto Cuglievan. Don Luciano  cuidó el camión  con mucho esmero y mejor que si hubiera sido suyo. Cuando se dio la reforma agraria del Gobierno Militar  de Velasco Alvarado, todas las tierras y bienes de los Cuglievan fueron expropiados, pero  Don Alberto no tuvo mejor forma de agradecer a un empleado tan leal como lo fue don Luciano, que trasladándole la propiedad del camión a  su patrimonio.

Doña Clorinda Torres y Luciano Mendoza se conocieron, se enamoraron y se guardaron fidelidad  por toda la vida conforme se prometieron el día de su matrimonio. Desde que ellos se hicieron  novios nunca más se separaron,  y era casi una costumbre cotidiana ver a don Luciano y su camión, estacionado  frente a la casa de doña Clorinda, visitándola puntualmente como una demostración de tanto amor. Ellos fueron una demostración  que las personas se pueden unir y guardar fidelidad,  cuidándose  uno al otro durante toda una vida,  y las señoritas de Malacasí tendrán estos dos casos, como paradigmas para imitar, porque lo bueno hay imitarlo hasta las últimas consecuencias, teniendo siempre presente que el amor solo se paga con el amor, tal como lo dice San Pablo en

Corintios 13

13 SI yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy.

Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.

La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha;

No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal;

No se huelga de la injusticia, más se huelga de la verdad;

Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

La caridad nunca deja de ser: más las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de ser quitada;

Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;

10 Más cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será quitado.

11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño, más cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era de niño.

12 Ahora vemos por espejo, en obscuridad; más entonces veremos cara á cara: ahora conozco en parte; más entonces conoceré como soy conocido.

13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres: empero la mayor de ellas es la caridad.*

*Entiéndase caridad como el amor gratuito que se hace ágape, para darse sin esperar nada a cambio.

 

EL DIA DE LA IRA: LA MUERTE DE DON NICANOR CRUZ

 EL DIA DE LA IRA: LA  MUERTE DE DON NICANOR CRUZ

 

                                  “Día de lágrimas será aquel renombrado día

En que resucitará

                                                                                                        del polvo para el juicio, el hombre culpable.”        

                                                                 Dies  irae.

Fue un triste día de la década de 1960, en una mañana fría como la muerte,  que dejó paralizados de estupor a todos los habitantes del Pueblo de Malacasí, pues la noticia corrió como un inesperado rayo, que fue explosionando con fuerza inusitada en todos los corazones, no solo por la brutalidad del evento, sino  también porque fue el primer crimen parricida  registrado en este pueblo tranquilo y pacífico. Don Nicanor Cruz, había sido asesinado durante  la madrugada mientras practicaba una sesión de hechicería o mesa de brujería,  junto con sus familiares en un espacio preparado en el centro de su huerta.En el mismo acto fue herido en la mano uno de sus hijos, pero ante la sorpresa del ataque no pudieron descubrir quién fue  el autor de los mortales disparos, pues logró perderse amparado en la oscuridad de la noche. Unas balas certeras y fatales, de esas que se emplean para matar venados y sajinos  le habían traspasado el pecho, el corazón y los pulmones, y aquel hombre de modales finos y delicados, en su ya edad madura, incapaz de hacer daño a nadie , entregó su vida en unos pocos instantes, cumpliendo el dicho bíblico que dice “ de polvo eres, y en polvo te convertirás”, solo que esta vez no había sido la voluntad de Dios quien puso fin a sus días, sino una bala asesina que surgiendo de la oscuridad, le sorprendió cuando menos lo esperaba.

Don Nicanor  fue un gran caballero  y muy respetado por todos sus amigos  y   habitantes del pueblo de Malacasí,  hablaba poco pero siempre lo hacía con delicadeza,  gran calma y de muy buena  manera, quien fuera que  tuviera frente a él, guardando todos los respetos. Cuando bailaba en alguna fiesta familiar, no lo hacía con la maestría de los eximios sino que se detenía en el centro del espacio y  observaba delicado y  con atención el baile de su pareja con gozo y  deleite, aplaudiendo o flameando su pañuelo frente a   los movimientos acompasados y precisos de la dama,  que se lucía haciendo círculos concéntricos  a su alrededor. Don Nicanor gozaba además  de mucho prestigio, pues era poseedor de una considerable fortuna y muchos bienes,  que le permitieron un holgado  bienestar  económico  y  también la oportunidad de poder ayudar a sus familiares y amigos que acudieron  a solicitar su ayuda. Por esa razón cuando se supo de la muerte tan brutal y artera como había sido liquidado, después de la sorpresa y la incredulidad vino una rabia contra el causante de aquel hecho reprobable.

Pronto la policía hizo las investigaciones, descubriendo que el autor del crimen era su propio hijo que llevaba el mismo nombre, quien ambicionando heredar antes de tiempo la fortuna de su padre, no tuvo la paciencia de esperar los designios de Dios, sino que él mismo secundado por su hermano,  cegados por la codicia,  planearon cuidadosamente el crimen, que luego  ejecutaron   con alevosía  y ventaja. Puesto al descubierto, se aclaró también que el hermano del asesino  que había sido herido en la mano, era también cómplice del hecho delictuoso y que la herida en la mano era parte del plan para burlar las investigaciones. Los dos asesinos fueron encarcelados por más de veinte años y no pudieron gozar de una fortuna que por herencia les correspondía, pues los terrenos que debían   heredar fueron arrasados por la furia de las aguas del rio Piura, que no solo inundó la tierra  sino que se llevó todos los sembríos de plantas y árboles frutales,  casa,  animales y aves, pollos, pavos, patos y gallinas  que formaban el patrimonio del difunto.

Por mucho tiempo se comentó  que en la casa que  se llevó el rio, Don Nicanor tenía guardada una gran fortuna con muchos objetos y alhajas de oro que obtuvo en los huaqueos  que el difunto realizaba en los días de Semana Santa, pero nunca fue encontrada a pesar de la búsqueda minuciosa que hicieron su esposa y familiares. Luego de los años de encierro que cumplieron los hermanos parricidas, éstos habiendo  perdido la vergüenza y la dignidad,  volvieron a Malacasí  para  recuperar  algún pedazo de tierra, pero solo encontraron piedras donde antes  florecieron las plantas de cacao, mango, palta y otros frutales. La naturaleza misma les había negado la oportunidad de disfrutar de algo inmerecido y maldecido, después de la mala acción que habían cometido.

Nadie habló  ni hizo caso de la presencia de los asesinos y la indiferencia fue su peor castigo, ambos se convirtieron en menesterosos, y uno de ellos fue completamente alcohólico durmiendo en cualquier sitio que le tocara  la noche. Exhibiendo su mano cercenada se fue esfumando consumido en su propia miseria.

En el Pueblo de Malacasí fueron olvidados como para que no quede vestigios de estos dos hermanos asesinos que emulando al político romano  Bruto  hijo de Julio  César,  quien  también ganado por la ambición asesinó  a su padre terminando víctima de su propia maldad. Solitarios rumiando su iniquidad, asustados, vacíos de cuerpo y alma, esperan el día de la ira en el Juicio de Dios, en que darán cuenta de su abominable pecado y entonces, sí que les rechinaran los dientes y les temblarán las piernas.

Queda registrada en esta lectura malacasina esta mala acción producto de la ambición  desmedida por usufructuar bienes que no pertenecen, y para que se ratifique el dicho que  el crimen nunca paga.

 

 


TORIBIO CHENGO Y CECILIO GALLO : TROVADODORES DE MALACASÍ

  TORIBIO CHENGO Y CECILIO GALLO : TROVADODORES DE MALACASÍ 

“Quiero escribir, pero me sale espuma,
Quiero decir muchísimo y me atollo;
No hay cifra hablada que no sea suma,
No hay pirámide escrita, sin cogollo”
César Vallejo. Intensidad y Altura.


Dos antípodas antropológicas, dos caracteres diferentes, dos cantores  disparejos,   fueron esos dos amigos Toribio Cabrera apodado Chengo y Cecilio Sánchez apodado Gallo de los primeros tiempos que poblaron el pueblo de Malacasí.

Toribio Cabrera,  fue un zambo venerable y  respetuoso, alto como un poste y con un poco de joroba,  juglar de nacimiento, improvisador de décimas y cumananas, que cubrían el amplio espectro de las emociones humanas; desde la tristeza metafísica y telúrica del yaraví andino,  hasta la eufórica, bullanguera y  altisonante del tondero Morropano. Chengo fue un gran cultivador  del arte de la versificación, de la frase quimbosa, de la improvisación  precisa y oportuna, acorde con su fama de buen cantor del pueblo, que se batía en duelos de versos de contrapunto, que podían prolongarse indefinidamente como el famoso mester de juglaría de la edad media. La plenitud y esplendor del artista de la copla, de la cuarteta, de la octavilla, de la décima, o del soneto, se hacía sentimiento puro cuando Chengo improvisaba sus cantos, que se continuaban por horas interminables en las despedidas de los párvulos, que morían cuando recién aparecían a la vida. Chengo dedicaba sus mejores cantos de despedida versificando  durante toda la noche al lado de los angelitos muertos y eran como los  salmos sagrados cargados  de música, llenos de sentimiento y dolor.

En una Pelea callejera  que protagonizo un día de tragos, Chengo, que como buen peleador nunca rehuyó  ningún tipo de duelo, había perdido por completo el pabellón de la oreja, que le fue cercenado por un filudo cuchillo,  y solo le había sobrevivido la base del orificio de entrada al oído, que  se apreciaba como un hoyo  adentrándose  en el costado de la cabeza, semejando  la forma de un potito o cojudito  con el que se liba chicha.

Cecilio Sánchez, apodado Gallo en cambio era un hombre  bajo de talla, andino de raza, carácter reservado, serio y no partidario de las bromas,  salvo en escasas ocasiones, y se lucía más como un peleador, un fajador que podía batirse a golpes con cualquier hijo de vecino. Aparentaba  siempre,  cara de pocos amigos pero en el fondo era un buen hombre y buen conversador cuando se conseguía cierta amistad con él, y alimentaba  pretensiones de poder convertirse en un versador. Aún  cuando no había heredado el arte de la versificación  de los juglares que abundaban en Morropón,  Cecilio Gallo, si podía improvisar de vez en cuando algún cuarteto o décima cuando la casualidad le favoreció.

Un día domingo estaba Cecilio Gallo, compartiendo unos tragos en una chichería  con algunos amigos,  cuando vio que desde el fondo de la calle se acercaba Chengo con su alforja al hombro,  trayendo algunos frutos de su chacra. Cecilio decidió provocar  a Chengo  con un cuarteto  de mal gusto, sobre la oreja mocha de éste , y habiendo llegado éste  frente a la chichería, Cecilio tomo su guitarra y lo recibió improvisando  el siguiente canto:

Dicen que Chengo es amigo

Y no lo puedo olvidar,

Cabeza de zambumba,

Oreja de poto de mear.

Chengo como buen juglar asumió el reto y brindó con su amigo un buen poto de chicha mientras preparaba la mente, para la réplica. Llegado el momento después de algunos tragos, Chengo afino la voz,  rasgó la guitarra con gran destreza  y replicó diciendo.

Mira Cecilio te digo,

Más vale medio que un real,

Es decir siendo sencillo,

Pa llevarlo en el bolsillo,

Llevarlo para gastar, 

¡Contéstame so mierda

Si sabes cantar!

Cecilio Gallo acusó el golpe y se quedó mudo,  pues  siendo un  aprendiz de juglar no pudo duplicar ni siquiera un verso más, pues estaba frente a un maestro  que podía improvisar todo el tiempo, como lo hacía cuando cantaba a los niños pequeños que morían en Malacasí, narrando en sus versos toda la historia de sus padres y sus familiares. Cecilio Gallo  prudentemente opto por despedirse y se alejó bien escarmentado por la contundencia de la respuesta recibida, poniendo fin a sus intentos de convertirse en juglar.

Así fue  Chengo,  y aunque han pasado los años, no se ha podido extinguir la imagen de este anciano bonachón que supo ganarse el cariño de todos los habitantes de Malacasí y especialmente de los niños que escuchábamos anonadados sus cantos  angelicales que llenaban todas las noches tristes de oscuridad y pena profunda. No obstante este percance, Chengo y Cecilio siguieron siendo amigos, protagonistas de trago abundante y de peleas callejeras. Nunca hubo ningún otro intento por parte de Cecilio de retar a duelo de juglares ya que la sapiencia y superioridad de Chengo no dio lugar a que esto sucediera. Si se cuenta, que en otra ocasión ambos amigos se retaron a un duelo pero  de trago limpio de cañazo de primera, y se mantuvieron bebiendo este licor durante tres días seguidos hasta que ambos casi al mismo tiempo se quedaron privados y saturados de una gran intoxicación que casi les cuesta la vida, pero que  concluyó sin triunfadores.

Ambos personajes mantuvieron su amistad hasta el término de sus vidas que  sucedió cuando ambos alcanzaron una edad muy avanzada. Dicen que el día que Chengo murió, el árbol de uvero que había en la puerta de su casa, se llenó, de chirocas y tordos que cantaron  sin parar por más de cinco horas, como despidiendo al gran maestro cantor de todos los tiempos malacasinos. También dicen que en el día de los angelitos que se celebra en el mes de noviembre se siguió escuchando y por muchos años durante las madrugadas los cantos tristes de Chengo, que aún mantiene en la otra vida esa buena costumbre, pero allá sí, rodeado de  todos los angelitos de Malacasí que gozan con él la felicidad que se siente cuando se comparte la eternidad junto a Dios.

Queda pues registrada esta lectura malacasina en la historia para que no olvidemos que la amistad siempre está por encima de resentimientos cuando es limpia y verdadera.


octubre 2021.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DOÑA JUANITA MONCADA Y LA NAVIDAD MALACASINA.

DOÑA JUANITA MONCADA Y LA NAVIDAD MALACASINA. 

“Navidad, navidad,

Blanca navidad,

Tú nos encaminas,

Rumbo a la Ilusión”

 Villancico Navideño

                                                                                                                                                                                                                

Doña Juanita Moncada y su esposo don Enrique Wong Chang se establecieron en Malacasí el año 1939, cuando apenas todo el pueblo era habitado por poquísimas familias, instaladas en no más de veinte o treinta  casas. Don Enrique Wong Chang, ciudadano Chino, nacido en Cantón en el año 1902 llegó al Callao en 1930, acompañado de tres primos, con todos los ánimos de ubicarse y consolidar su vida en estas nuevas tierras. Inmediatamente abrió en el puerto un negocio de venta de carne y luego una bodega  de víveres que resultaron poco rentables, teniendo que liquidar ambos  negocios, uno tras otro,  antes que cumplieran un año. Luego de este fallido intento comercial, don Enrique se separó de sus primos y se fue  a vivir a Piura atraído por el clima cálido  y el cultivo de arroz que le era ampliamente conocido, ya que China  fue la cuna  de este milenario cereal.

Ahí en Piura radicó un tiempo corto y luego de algunos pequeños negocios comerciales,  emigró  a Morropón  en 1933, donde estableció su negocio de víveres a la vez que consiguió buena amistad con los principales del pueblo, entre otros,  con   don Alejandro León, quien no solamente le brindó sus amistad y  acogida; sino que le  alentó  a ampliar su tienda con medicinas, ropa y todo lo necesario para abastecer  las necesidades de los habitantes que eran muchas pues carecían de casi todo.

Don Enrique, consiguió  pensión y alojamiento en casa de la tía de doña Juanita Moncada, quien  haciendo  las veces de padre y madre, la crió con mucho amor y cuidado, pues doña Juanita quedó huérfana a muy temprana edad. Allí  en la pensión se conoció, doña Juanita Moncada con don Enrique Wong, se miraron, se gustaron  y  enamoraron casi   inmediatamente, porque cuando una persona está  destinada para ser compañera de la otra, todas las químicas se combinan en un proceso armonioso, que permite la abundancia de atracciones mutuas,  afectivas  incontenibles e inevitables que terminan en la unión para toda la vida.

No se sabe cómo pudo don Enrique, con todo su copioso vocabulario chino y su incipiente castellano, enamorar a Doña Juanita, que era una persona  delicada y bien  criada a la antigua, guardando todas las formas de educación y respeto, que estos compromisos ameritan. Pero seguro que hubo atracciones mutuas que se precipitaron incontenibles, como la fuerza arrasadora de un tifón terrible en el mar amarillo, que solo pudo terminar en un gran y profundo amor entre ellos. Lo cierto es que Don Enrique, después de un razonable enamoramiento y noviazgo, pidió en matrimonio a doña Juanita y ambos  formaron su propio hogar para toda la vida. En Morropón nacieron sus tres primero hijos, Sixto, Orlando e Ibio.  El año1938 don Enrique fue animado por Don Alejandro León, hacendado arrendatario de la   Hacienda Malacasí a trasladarse ,  pues  había arrendado esas tierras, y necesitaba de un buen proveedor de alimentos para cubrir la demanda de sus trabajadores. Don Alejandro León garantizó el crédito a sus trabajadores y don Enrique proveía de víveres, medicinas, ropa, vajilla, bebidas a todos. Todo el año 1938 don Enrique vivió  sólo, y   mientras se consolidaba en Malacasí,  doña Juanita Moncada cuidó diligentemente a sus hijos en Morropón, pero ese año don Enrique tuvo una hija fuera del matrimonio, que se llamó Luisa Wong Ocaña, que fue como una manchita de café en  el mantel blanco de la hoja de vida del matrimonio. Más   este desliz  no logró quebrar el hogar,  porque doña Juanita fue a vivir con su esposo ese mismo año  y en 1945 tuvo a su cuarto hijo Manolo Wong Moncada.

Los esposos Wong Moncada no tuvieron hijas mujeres, pero doña Juanita tuvo como compañera vitalicia a su sobrina,doña Corina López  a quien crió con todos los cuidados que merece una hija propia, y doña Corina que fue una gran persona, muy fina y bondadosa,  asistió  a doña Juanita hasta el último minuto de su vida. Los siguientes años  posteriores a 1945 fueron  tiempos de bonanza y el patrimonio de los Wong creció como espuma, siendo su tienda el negocio más grande y variado que abasteció a todo Malacasí, inclusive tuvieron un molino grande de fierro forjado,  para hacer harina de pan y también  harina de maíz fermentado para preparar la chicha de jora. El molino de los Wong fue el único  que abasteció de harina y fue manejado por un formidable moreno de más de 1.8 metros de talla, conocido por todos como el negro Pacha, quien movía  el molino incansablemente desde el alba hasta el ocaso, y luego de la faena se retiraba a las picanterías a libar chicha con sus amigos, armando escandalosas escenas de grita y risas, bien merecidas por cierto, luego de cumplir con su trabajo.

Doña Juanita terminó de criar a sus hijos en  y lo hizo con mucho cariño y delicadeza y todos pudieron realizarse como buenos profesionales cuando emigraron a Lima, todos ellos muy solidarios, alegres y felices aún en sus peores momentos que les tocó vivir, pues habían sido bien preparados para la vida. Doña Juanita fue una persona muy buena y respetuosa, sabía entonar  muy bonitas canciones religiosas navideñas y todos los años hacía un precioso nacimiento para recibir esa fiesta  con alegría. Ella misma armaba sus coros y  enseñaba a cantar villancicos navideños  a los niños de Malacasí,  a quienes disfrazaba de pastorcillos con vestimenta vistosa  imitando a los verdaderos  de Belén, y los hacía recorrer las calles desde el cerro cercano, junto a la quebrada,  pasando por todas las casas  cantando y bailando al son de música  y danzas bulliciosas  y coloridas,  que alegraban a todo el pueblo. Luego, en el día de la Epifanía, celebraba la visita de los Reyes Magos haciendo una gran ceremonia con participación de toda la gente,  y bajaban el nacimiento  acompañado de cantos,  oraciones y aplausos, que terminaba en una gran fiesta, compartida por todo el pueblo que gozaba realmente estos eventos. 

Doña Juanita Moncada, fue también una persona muy laboriosa, y de sus habilidades manuales salieron las mejores y más bonitas coronas para los difuntos, que eran casi arrebatadas de las manos en el día de los muertos, por los familiares que querían honrar a sus ausentes  con las más elaboradas y vistosas coronas de doña Juanita. En las décadas de 1950 a 1970 los hijos de la familia Wong Moncada emigraron a Lima y todos fueron exitosos, pues no solamente lograron sobrevivir en la gran urbe, sino también  conquistarla y hacer progresar a sus familias. Don Enrique y doña Juanita también  se trasladaron a Lima a vivir con sus hijos, dejando  un gran vacío en Malacasí, porque su ausencia impidió que perdurara y floreciera el aporte oriental como parte de todas las sangres, que  es componente importante de esta gran nación  que es el Perú. 

En el más allá, gozan la gloria de Dios junto con sus amigos, Paulita More,doñaNicolasa Chávez, Maximina Escárate, Nicolás Ríos Aponte, Jovita Malara,  Emilio Rivera, el zambo García, Polidoro Yovera y otros  tantos que dejaron esta vida desde hace muchos años y gozan en la paz del Padre Eterno