RETUMBA LA QUEBRADA DE MALACASÍ.

RETUMBA LA QUEBRADA DE MALACASÍ.


Duerme, duerme la quebrada

En notas de un pentagrama

Pero despierta alertada

si es que  la lluvia la clama.


Durante nueve meses, tanto como dura la formación de un bebe en el seno materno la quebrada de Malacasí, duerme un silencio cómplice, desde abril hasta fines de  noviembre, junto con sus moradores, amodorrados por el inclemente calor, con temperaturas, que muchas veces alcanza los 32 grados centígrados. 

Pero desde diciembre hasta marzo, que es la estación del verano en el polo sur de la tierra, es como si Eolo, el dios de los vientos llegara al bosque seco del alto Piura cargado de cantidad de nubes repletas de agua en sus entrañas, y las descargara con toda su potencia, activando la crecida de las quebradas, riachuelos y ríos que bajan de las montañas andinas.

En la estación seca, nadie presta atención a la quebrada de Malacasí, con excepción de las iguanas, pacasos, pequeñas lagartijas, capones, jañapes, también llamados gecos, alacranes, culebras y otros reptiles que viven en ese hábitat. La quebrada que nace en el jagüey, corre pegada al pie del cerro y cruzando la carretera, se desparrama en la parte llana hasta llegar a integrarse al rio Piura.

Cuando la quebrada está seca, solo se alegra el ambiente con los cantos mañaneros de los chilalos, silbidos y gorjeos de las chirocas, tordos, chiscas; y hasta los cantos agoreros, anunciadores de la muerte del guacabó, el canto de las angapilas, guaraguaos, gallinazos, halcones y buitres de cabeza roja, que pululan por estos parajes andurriales, parecen ser una música celestial.

En tiempos de mi niñez, solía juntarme con mis  amigos : Eguinardo Montalbán, mi primo Nicolás Tineo Ríos,  Dagoberto Córdova y Juan Ferreñan,   e  íbamos en busca de los pitones de las pequeñas abejas negras, que elaboraban sus colmenas en las oquedades de las plantas de  uveros, hogar de las chiscas, putillas, luisas y chirocas que abundaban profusamente alrededor del jagüey de malacasí, estos uverales formaban mantos enormes de florecillas amarillas, que mezclados con las abundantes plantas de papelillo de color  rojo , creaban múltiples jardines naturales desparramados  en toda la llanura y que mirados desde la falda del cerro, eran una preciosa vista.

En los troncos de los uverales, encontrábamos los pitones, rompíamos a machetazos, la corteza alrededor del pitón, siendo Dagoberto el experto en esa tarea y cuando encontrábamos el bolsón de miel en un envase de cera en forma de una chirimoya, lo abríamos para disfrutar tan elaborado manjar, hecho por las diminutas abejitas partiendo del néctar de las flores del sotobosque.

Luego de disfrutar la miel, que nos repartíamos en platitos y acompañábamos con pan fresco de la panadería de don Polidoro Yovera; Dagoberto y Juan, se entretenían agrandando la oquedad del panal, diciendo que lo hacían para que, cuando las persona que pasaran por allí vieran tremendo hueco pudieran decir “Oh mi Dios, que buena abeja se han sacado todos reíamos y volvíamos alegres y felices a nuestras casas, manteniendo en secreto estas distracciones para que no pudieran imitarnos y para no tener competencia que habrían acabado con los pitones de toda la zona.

Allí en contacto con la naturaleza, caminando por el jagüey, la quebrada, los cerros, las huacas pre-incas de Malacasí, los uverales, faiques, algarrobos, hualtacos, Charanes, cardo santos y pasallos, crecimos aprendiendo las mejores lecciones de geografía, historia y ciencias naturales.

La quebrada de Malacasí retumba cuando las nubes abren sus puertas para dejar caer toneladas de agua en torrenciales, precipitaciones acompañadas de relámpagos rayos y truenos, primero se ve la fuerte iluminación, luego el trueno, porque la luz del relámpago es más veloz que el sonido, y mientras más se ilumina el cielo, más fuerte es la detonación, que hace tiritar todo el cuerpo y el alma de miedo.

En contacto con la naturaleza también aprendimos el ciclo del agua, cuando observábamos como después de la fuerte lluvia nocturna, en la mañana siguiente, el cielo azul se iba llenando de gigantescos bolsones de algodón, que eran enormes nubes cargadas de vapor de agua, que se elevaban hacia cielo tornándose oscuras, a medida que el vapor se condensaba para precipitarse nuevamente durante la noche en forma de lluvia torrencial.

El ciclo se completa creando un círculo virtuoso, que empieza en la evaporación de las aguas del mar, lagunas y ríos, forman las nubes que se condensan y se saturan en gotas que se precipitan, a la tierra para fecundarla y hacerla fructificar. Parte de esa agua, vuelve al mar, las lagunas y ríos para volverse a evaporar.

En esos tres meses de lluvia, los terrenos de secano se siembran de maíz, frejol cuarenta, zarandaja, frejol de palo, zapallo y sandía, de manera que el mes de mayo los malacasinos disfrutan de abundancia de choclos, menestras y hortalizas

Cuando sucede una lluvia torrencial, crece la quebrada de Malacasí, y toda el agua que se acumula de los cerros circundantes al jagüey de Malacasi, se precipita incontenible por su cauce, arrastrando barro, piedras y plantas, ocasionando un ruido tan tenebroso y potente, como el producido por un fuerte terremoto o movimiento sísmico, que hace temblar de miedo hasta a los más valientes.

Si la quebrada retumba,

Corre con miedo a parar,

Que no te lleve a la tumba

O, a los secretos del mar.

La quebrada entonces reclama su lecho original y sus aguas arrasan todo lo que en el encuentre, por eso los malacasinos deben preocuparse en construir sus casas un poco lejos del lecho de la quebrada, no vaya a suceder lo que le pasó a don Orlando Jiménez, que mientras celebraba en una picantería, dando vivas a la lluvia, y gritando:

 ¡¡¡ Agua mi Dios, Agua mi Dios!!!....

 ¡¡¡ Agua mi Dios, Agua mi Dios!!!

Su casa fue arrasada, junto con sus chanchitos, sus cabritos, sus gallinas, salvando solamente sus patos que nadaba felices sobre los tumbos y remansos de la creciente en su camino al rio Piura.

En el juego de la vida, hay que saber respetar las leyes de la naturaleza, y convivir con ella, buscando el equilibrio para que nadie salga afectado. Mientras las personas vivimos unos pocos años, que es como un segundo en la eternidad, la quebrada de Malacasi, tiene millones de años de existencia, tantos como la tierra misma; por eso. no hay razón para tocar el cauce de la quebrada, porque es de su absoluta pertenencia, y si invades su propiedad, en algún momento ésta te pasara la factura destruyendo todo lo que se construya en ese cauce.

Eso sí, tampoco toquemos el jagüey de Malacasí, porque es un milagro de la naturaleza, que Dios nos ha regalado para que allí beban los animalitos montaraces, que no tienen otro sitio donde saciar su sed, y también, porque es un patrimonio de los malacasinos que debemos cuidar para las futuras generaciones.

 

julio , 2021.