EL GATO BAZÁN: JOSÉ DEL CARMEN BAZÁN HURTADO
Don José del Carmen Bazán Hurtado, fue como un lobo solitario, que pasó más de la mitad de su vida huyendo de la justicia, y causando intranquilidades y miedos en la soledad de los desiertos de Olmos, Querpón, Insculás, Garbanzal, Hualtacal, Mano de León, Ñaupe, Cruz de caña, Chulucanas, Tambo Grande, Morropón, Macará, y vivió un corto tiempo en Salitral, bajo la protección y amistad que le brindaron sus amigos don Máximo Guerrero y doña Maximina Escárate, habitantes honorables del pueblo de Salitral
Nació en la última década de 1890 en el pueblo de Chongoyape, en el seno de una familia acomodada de origen cajamarquino, fue de tez blanca, pelo rubio, un metro setenta de estatura y gran porte militar, calzaba brillantes polainas y sobrero de felpa, y conducía con gran maestría, un brilloso caballo color canela que lo acompaño como si fuera un guardaespaldas, pues el noble animal le alertaba golpeando la tierra con sus cascos, cuando presentía u olfateaba situaciones de peligro, y vivió con él por más de treinta años durante toda su época azarosa y delictiva. José del Carmen Bazán tenía mirada profundamente, fiera, fija y penetrante y los ojos grandes verde-azulinos como el agua marina, condición que le valió el apelativo de El gato Bazán.
Siendo jovencito de 17 años, ya era diestro en el manejo de las armas de fuego y contaba con dos revólveres Smith Wesson, que le regaló su padre cuando cumplió los doce años y desde muy temprano, se entrenó en su manejo haciendo tiro al blanco, disparando a peleles de trapo desde distancias no menores de cincuenta metros. El gato Bazán que estaba pre-destinado a ser un hacendado afortunado y respetable, quedó huérfano siendo un niño y su padre de cuarenta años se volvió a casar con una mujer muy bonita de veinte años, a quien el gato Bazán la llegó a querer como su segunda madre. Pero, un hecho desafortunado le cambio la dirección de su vida, cuando un día infausto se enteró que la mujer de su padre, lo estaba traicionando sentimentalmente encamándose a hurtadillas con un pilluelo joven y aventurero que la había deslumbrado. Entonces el Gato herido en el honor y dignidad de la familia, no dudó en retar a duelo al mozuelo para reparar la afrenta, pero el amante de su madrastra, nunca quiso hacer frente al reto como correspondía a todo hombre de honor y estuvo rehuyendo el encuentro. Hasta que un domingo se encontraron cara a cara en la plaza de armas de Chongoyape y al no querer enfrentarse cuerpo a cuerpo a chaveta limpia, el gato Bazán presa de una incontrolable ira, saco su revólver y de un balazo seco y certero en la mitad de la frente, le perforó la cabeza dejándolo muerto en un instante, de modo que el infiel y audaz amante, no tuvo ni tiempo de decir, ¡¡Ay!!
Así terminó la vida tranquila en compañía de sus padres y comenzó el camino azaroso y delictivo del Gato Bazán, quien luego de cometido el crimen, huyó a refugiarse en la quebrada de Querpón en Olmos, que era el refugio de los bandoleros que azolaban la región en esos tiempos. Allí, en ese escenario, junto con Froilán Alama, Toro Mazote, Sambambé, Fiñico, Chacal, Palomo, Pajarito, el negro Arce y otros bandoleros que fueron el terror de los comerciantes que desplazaban sus productos en piaras de más de cuatrocientos burros y mulos, estuvo el Gato sobreviviendo y conviviendo con los más reputados bandoleros de la primera mitad del siglo veinte.
Pero a diferencia del común de los bandidos de esa época que actuaban constituidos en gavillas de varios individuos reunidos para hacer justicia de los maltratos de los hacendados; el Gato Bazán, fue un bandolero solitario, que tuvo el buen gusto de aprovechar su buena presencia, vistiendo trajes siempre impecables y mostrándose galante, educado y con finos modales, para conseguir el amor de alguna agraciada mujer. Vivió todo el tiempo huyendo de la gendarmería que lo perseguía por el crimen tan violento que había cometido en Chongoyape, por eso el Gato nunca tuvo una casa ni un lugar apropiado donde guarecerse o permanecer definitivamente. Podía dormir en una cómoda cama, pero así también, en alguna cueva o guarida del cerro, debajo de un árbol, algún tronco o al pie de algún acantilado, tendiendo su poncho sobre la tierra y un madero como almohada, pero siempre con la pistola en una mano. Fue un caballero del delito porque nunca mato para robar, solo asaltaba para conseguir lo necesario para su sobrevivencia y para gastar en las mujeres que pretendía. Se caracterizó por ser muy mujeriego llegando a tener incontables amantes por todos esos lugares por donde se desplazaba.
En una oportunidad, estando en Chulucanas quiso abusar sexualmente de una de las mujeres de Froilán Alama y siendo sorprendido por éste, estuvo a punto de perder la vida, pues Froilán no sabía perdonar este tipo de afrentas contra sus queridas, pero como el Gato gozaba también de su actuar delictivo, pues no solo era un experto en el uso del revolver sino también, buen cumplidor de las leyes que regían en el mundo de los bandoleros, por lo cual Froilán Alama lo obligó como reparación de la ofensa, a beber cuatro botellas de cañazo vaso a vaso durante cuatro horas sin parar, con la esperanza que muriera por intoxicación hepática, pero el Gato, solo logro privarse del conocimiento, y desvanecido permaneció inconsciente durante dos días, resucitando al tercero, sin que Froilán le causara ningún rasguño. Después de este incidente, El Gato Bazán, para olvidar el hecho vergonzoso se dirigió por Tambogrande al pueblo de Macará en Ecuador, donde logró conseguir trabajo de vaquero rodeador de ganado en la hacienda de un gamonal, cuya bonita hija estaba de novia con un capitán del ejército ecuatoriano. Pero, caprichos de mujer, la niña se enamoró perdidamente del Gato por lo cual fue hostigado por el capitán, quien en determinado momento, pretendió tomarlo preso, pero el Gato que estaba preparado para esta situación logró liquidar al Capitán y siete de sus subalternos en un violento tiroteo usando dos pistolas cuyas balas hicieron blanco exacto en la frente de cada uno.
A partir de ese hecho el Gato se ganó la fama de gran pistolero que donde ponía el ojo, ponía la bala. El gato retornó huyendo al Perú y radicó por un tiempo en Talara, donde pretendió a la hija de un gringo de la International Petroleum Company, pero siendo hostigado por el padre de la señorita, dio muerte al gringo de un balazo en la cabeza y huyó a refugiarse en el caserío Cruz de Caña, cerca de Chulucanas, donde vivió a salto de mata, pues cargaba ya con muchos crímenes en su haber. Estando en Cruz de Caña fue ubicado y cercado por los alguaciles de Chulucanas que estaban al mando del comisario Guerra Briceño, quienes fuertemente armados, tomaron posiciones para capturarlo, pero el Gato una vez más, logró romper el cerco a sangre y fuego dejando muertos al Comisario Guerra Briceño con nueve de sus acompañantes, todos liquidados con heridas de bala en el centro de la frente.
Después de esa masacre, huyó en dirección de la quebrada de las Pavas, la quebrada de Querpón y Cascajal, permaneciendo errante durante un buen tiempo, para luego dirigirse a Salitral por las alturas de Huarmaca Mamayaco, Hualcas y Serrán. Llegó a Salitral y se refugió en la casa de don Máximo Guerrero quien lo escondió en la casa de su chacra hasta que calmara la persecución que la policía le venía haciendo. Luego de un buen tiempo, el Gato Bazán frecuentó el pueblo de Bigote donde conoció y enamoró a la mujer más bonita, como era la señorita Jesús Varona Pacherres hija de don Adriano Varona, quien no viendo con buenos ojos la pretensión de Gato, puso todos los obstáculos y el máximo cuidado de su hija para que estos amores no progresaran, pero cuando hay amor de por medio no hay inconvenientes que no puedan vencerse. Y una noche mientras la familia dormía confiadamente, el Gato Bazán logró hacer un forado en la pared del dormitorio de su amada y por ahí saco a la joven y ambos huyeron en dirección de Olmos para vivir intensamente el amorío que sostenían. En el caserío de Mano de León, ambos jóvenes vivieron un buen tiempo y tuvieron dos hijos que fueron Marina Bazán Varona y José Bazán Varona. De ambos hijos, fue la niña Marina quien heredó los genes del Gato Bazán y de su madre doña Jesús llegando a ser una mujer bonita blanca y de ojos verdes como su padre.
Pero una vida azarosa como la que vivió el Gato no permitió que el hogar echara raíces en algún lugar, porque tenían que vivir huyendo de la policía y afrontando los peligros que significaba en ese tiempo desplazarse por el campo, con caminos peligrosos y solitarios rodeados de barrancos, ríos torrentosos, quebradas intransitables, acechados por animales salvajes, leones y serpientes, exponiendo la vida a cada paso. Don Adriano finalmente logró convencer a su hija y sus nietos de renunciar a ese tipo de vida que nos les pertenecía y doña Jesús Varona, separada del Gato, pudo establecerse en Malacasi y criar a sus hijos ejerciendo el comercio de víveres en una tienda de abarrotes y luego administrando uno de los mejores restaurantes que existió en Malacasí.
El Gato Bazán siguió su vida delictiva viviendo a salto de mata, errante y solitario y nunca fue arrestado para saldar sus cuentas por las numerosas muertes que causó en esta tierra. Fueron más de treinta años de vida sin descanso y de peligros a cada paso, que logró sortear no sin dificultades, pero si, con una tenacidad que estuvo por encima de la vida y de la muerte, pues logró sobrevivir a todos los bandoleros de su generación.
Así fue el Gato Bazán que envejeció montado siempre sobre un caballo color canela y murió en el año 1978 cuando frisaba los 90 años de edad, en buenas condiciones físicas, como si sus años mozos se hubieran perpetuado en la eternidad de sus años otoñales. Pasó los últimos cinco años de su vida, libre de la persecución pues como todos sus delitos habían prescrito, estos fueron olvidados y viajó libremente, visitando a sus amigos que hubo conocido en el transcurso del tiempo, recorriendo nuevamente los caminos solitarios y los lugares trajinados, acompañado por los aullidos de los zorros, el rugido de los leones, los cantos de las chirocas, las soñas, los chilalos, los huerequeques los guaraguaus, las angapilas y los sonidos macabros de las tormentas de arena del despoblado de Olmos.
Caminó confiado e imperturbable por los caminos que solo él conoció por entre los hualtacos, los guayacanes, los palos santos, los faiques, los pasallos, los higuerones, los ceibos, los algarrobos, los papelillos, los charanes. Habló en su vejez con sus únicos amigos que fueron los vientos, los cerros, las quebradas, las nubes, la lluvia y el silencio infinito de la soledad porque el silencio habla mas que mil palabras. Su final violento sucedió mientras se desplazaba por los caminos secretos de Garbanzal, Querpón y la Quebrada de las Pavas, mientras cruzaba una acequia, en un movimiento brusco de la cabalgadura, su carabina, salió disparada hacia adelante, y cayendo sobre una roca, soltó un solo disparo, desde abajo hacia arriba, justo para hacer blanco en el vértice de la nariz y las cejas, partiéndole la frente de dos mitades. El destino inexorable que cobra en un segundo la factura total de las deudas, puso el fin a la vida del Gato, de la única manera posible para hacer del Gato el hombre de leyenda que solo pudo morir por su propia arma, con un balazo en la frente, como acostumbró hacer con los gendarmes que mandó a la otra vida.
Fue un solo proyectil que salió disparado de su propia carabina, porque como dice la Biblia en palabras del propio Jesucristo a su apóstol Pedro,“Pedro guarda tu espada, porque el que a hierro mata, a hierro muere”.
03.01.2022