DOLORES TINEO ECHEVERRE: UN GRAN FUNERAL EN MALACASÍ.
El trece de abril de 1980, amaneció gris, oscuro y triste el cielo de Lima, mientras en una sala del hospital Cayetano Heredia, dejaba este mundo don Dolores Tineo Echeverre, después de permanecer postrado durante más de seis largos meses, aquejado de una enfermedad hepática que finalmente le ganó la batalla, luego que hubo cumplido los sesenta y tres años de edad. Un día antes de su muerte, las angapilas y el Guacabó cantaron lastimeramente, con dolor profundo que retumbaron en la quebrada cerca del jagüey ; y las campanas de Malacasí tañeron dobles de difuntos a las doce de la noche sin que nadie las manipulara, anunciando así de esta manera, él mismo don Dolores Tineo su partida hacia el otro mundo, a la vez que su alma recogía los pasos de su peregrinar por los caminos de Malacasí hasta Huarmaca.
Quiso morir en Malacasí, pero la muerte lo sorprendió en Lima, contra de su voluntad, pues así lo manifestó a sus familiares y a todos sus amigos que le visitaron en el hospital, y unos días antes de morir, sintiendo que la vida se le iba luchando en una batalla perdida, pidió a sus hijos, como último deseo, que le enterraran en Malacasí. Y es que Don Dolores Tineo, medio hermano de doña Jesús Tineo de Díaz, no habiendo nacido en Malacasí, consideraba este pueblo como su tierra, donde había vivido por más de cuarenta años, desde que llegó procedente de las alturas de Huarmaca y conoció a doña Inés Ríos Aponte, la blanca más blanca que una finísima mota de algodón y más bonita que la diosa Afrodita en los palacios del Olimpo, con dos grandes y bellos ojos verdes como finas esmeraldas,y penetrantes como propios de los gatos reales del Himalaya. Doña Inés Ríos junto con sus dos hermanos varones, fueron huérfanos desde pequeños y criados por su tío Nicolás Ríos Aponte y su esposa Doña Rosa Lara, en cuyo hogar fueron tratados como verdaderos hijos.
El joven Dolores Tineo fue un mozo bajo de estatura, tez blanca, ojos claros que lucía siempre bien vestido y con la joven Inés flecharon sus corazones en un tris tras tan luego se conocieron y se juntaron después de algunos meses de enamoramiento. En plena juventud, Dolores también mantuvo otro compromiso matrimonial con doña Alcira Ludeña una agraciada profesora Huancabambina. Ambos procrearon a sus dos hijos Raúl y Yolanda, pero esta unión duró poco tiempo por el fallecimiento temprano de doña Alcira.
Don Dolores, “Lolo” como lo llamaban, tenía juventud y buenos modales heredados de su madre doña Mercedes Echeverre, una matrona blanquísima descendiente de las coyas del imperio Incaico, con una buena y sólida posición económica, dueña de muchas tierras y sembríos de cafetales y naranjales en Canchaque. Pues no olvidemos que en el pueblo de Caxas cerca de Canchaque existió un acllahuasi, especie de monasterio donde vivían las niñas más bonitas, escogidas de las mejores familias, y educadas para ser las mujeres del Inca. De esa estirpe con alma superior, procedía doña Mercedes Echeverre. Ella tenía casta y fortuna y se contaba que Lolo fue su hijo más querido de los cuatro que tuvo, y ellos heredaron todas sus joyas que se calculó en más de veinte kilos de oro fino, siendo las dos hijas mujeres las que se quedaron con las mejores joyas, propias de las damas.
Doña Mercedes vivió una larga ancianidad, asistida por su fiel mayordomo don Florentino Huanacaure, y su compañera doña Sinforiana Machaguay quienes cuidaron de ella hasta su muerte que sucedió pasados los 120 años de edad. Un año antes de su partida al otro mundo, doña Mercedes Echeverre, fue anunciando su muerte y se dedicó a tiempo completo a tejer su mortaja, mientras cantaba los más bonitos y tristes harawis que aprendió de sus ancestros y se pasaba horas de horas alabando a los apus protectores de la vida y de la muerte.Una vez que terminó la mortaja, se despidió de cada uno de sus hijos y murió al día siguiente. Su cuerpo sin vida fue envuelto en una mortaja blanca que resplandecía como el lucero brillante del alba y el cadáver fue enterrado directamente en la tierra para unirse al polvo del cual fue hecha.
El nuevo hogar que formaron doña Inés y don Dolores Tineo tuvo muchos hijos todos blancos, mujeres y varones. Y sus genes se prolongaron en los nietos y nietas muy blancas y bonitas que vinieron al mundo a través de los años, de manera que cuando hacían fiestas en sus casas parecían racimos de flores blancas bailando por todos lados. Don Dolores Tineo, no fue agricultor sino comerciante, que le entraba a todo negocio, pues a pesar de no tener una formación académica, si tuvo un olfato fino para el comercio y sentido táctico para realizar complejas operaciones económicas de todo tipo que le redituaron excelentes ganancias, pero nunca se le vio que despilfarrara su dinero, antes bien tenía fama de ser amarrete y muy cuidadoso con sus gastos.
La casa de Don Dolores Tineo tuvo un palo de camal donde se beneficiaron animales caprinos, lanares, vacunos y porcinos para alimentación de todo Malacasí, pero Dolores también era prestamista como una caja de ahorro y préstamo rural que otorgaba mutuos dinerarios a muchos comerciantes para que generaran otros negocios, siendo ya en su tiempo un gestor de microempresas individuales que la modernidad ha bautizado con el termino de Emprendedores. Durante el tiempo que vivió en Malacasi se le vio muy activo, y si bien a vejez le arrugó un poco la cara, y las cejas se pusieron largas y rebeldes como dos abanicos, don Dolores siempre se lució saludable, ágil y muy suelto, desplazándose sobre su bicicleta marca Hércules con llantas balón para poder transitar por las calles del pueblo y con todo éxito sobre terrenos arenosos, para mantenerse saludable y con buen físico.
De manera que cuando llegó el tiempo difícil de su enfermedad, estuvo aburrido por la inactividad y buscando mejorar su salud viajó a Tumbes para tratar su mal y ser asistido por su hija Rosa Tineo de Moretti, pero a pesar de todas las atenciones no logró recuperar la salud. Don Dolores, entonces viajó a Lima y se internó en el hospital de Policía, donde le hicieron diversos análisis, radiografías, tomografías, pero tampoco logro recuperar la salud, y su cuerpo sufrió los estragos de la ictericia que hizo lucir su cara de color amarillo por la presencia de la bilis en todo el cuerpo y más agudamente reflejada en los ojos. Siguieron los chequeos y en el Hospital Cayetano Heredia le diagnosticaron un tumor oncológico avanzado en el hígado, noticia que lo deprimió, acelerando su deterioro, no pasando mucho tiempo hasta el día de su deceso. En Lima fue atendido con todo cariño y diligencia por su hijo Carlos Tineo quien prácticamente lo vio morir en sus brazos, acongojado por la tristeza más grande del mundo.
Expiro, rodeado del cariño de más de veinte familiares, entre hijos y nietos, pero los que más cerca de él estuvieron fueron sus hijos: Carlos, Nelly, Yolanda, Rosa y María. Su vida se fue extinguiendo reflejando el sufrimiento vivido, y se apagó lentamente como el sol cuando se hunde en el mar al final de la tarde, vencido por la noche. Cumpliendo los deseos de don Dolores Tineo, todos sus hijos decidieron trasladar el cuerpo desde Lima hasta Malacasí, Gracias a las diligentes gestiones de su hija Rosa Tineo, su esposo César Moretti y sus demás hijas, el cuerpo inerte de Dolores Tineo puesto en un lujoso féretro fue trasladado hasta la ciudad de Piura y luego a Malacasí donde lo esperaba todo el pueblo. Toda la noche de su permanencia en la capilla ardiente fue acompañado por una gran multitud de amigos, compadres, vecinos, y familiares quienes no cesaron de rezar toda la noche, hasta el momento que salió de su casa en dirección del cementerio, donde fue sepultado con grandes muestras de dolor y tristeza inconsolable.
Y así fue, pues luego del entierro, más de mil doscientas personas , fueron invitadas para despedir a don Dolores de este mundo disfrutando luego del entierro de un almuerzo tan abundante que se necesitó un torete y treinta ollas para prepararlo.
Durante el almuerzo, se paralizó el tránsito por tres horas para evidenciar todo el cariño que el pueblo de Malacasí sintió por don Dolores Tineo Echeverre. Así queda registrada la muerte de don Dolores Tineo cuyo funeral fue como un sueño, que no se repetirá antes de cien años en el pueblo de Malacasi porque sucesos como estos ocurren solo cada centuria.