DON IGNACIO BARRANZUELA Y SU ENTIERRO DE ORO

DON IGNACIO  BARRANZUELA Y SU ENTIERRO DE ORO

Sueña el rico en su riqueza

Que más cuidados le ofrece.

Sueña el pobre  que padece

Su miseria y su pobreza.

Sueña el que a medrar empieza.

Sueña el que afana y pretende

Sueña el que agravia y ofende.

Y en el mundo, en conclusión,

Todos sueñan lo que son

Aunque ninguno lo entiende.


                                                        "La vida es sueño" Pedro Calderon de la Barca.

Don Ignacio Barranzuela, fue soltero eternal y eunuco mental de por vida, pues nunca se le conoció ni siguiera una enamorada. Fue moreno, alto, flaco hasta el extremo de parecer un alambre, por ello alguien en el pueblo lo rebautizo con el apelativo de Sintripas. Su vida transcurrió entre la soledad de su casita pequeña de una sola habitación y su trabajo cotidiano, rutinario y asfixiante en la chacra de doña Inés Ríos, combinado con la crianza de cabras que cuidaba con esmero.No fue hombre de vicios, ni de gastos superfluos que atentaran contra su economía, pero sí otorgaba gustitos a sus numerosos sobrinos que nunca dejaron de pegarse a él.

Por el estricto manejo de sus gastos que practicó durante toda su existencia y por algunos indicios que fueron observados por sus familiares, se sabía que don Ignacio Barranzuela, había acumulado durante toda su vida una cantidad grande de dinero feble, que consistía en su mayor volumen de monedas de oro en libras esterlinas y soles de plata de nueve décimos, heredadas de sus padres. Se presumió que don Ignacio, practicando la costumbre ancestral, se había conseguido una olla de barro como de veinte kilos de capacidad, la había llenado con el dinero y la mantenía enterrada en algún lugar de la Chacra de doña Inés Ríos, pues aunque no siendo familiar de ella, sí mantenía una amistad que se había arrastrado desde sus niñeces y por eso, él era como un miembro más de la familia.

Cuando don Ignacio se refería a doña Inés Ríos, lo hacía diciendo ¡La Colorada!ya que doña Inés Ríos era una mujer muy bonita, blanca y de ojos celestes como dos preciosas piedras diamantinas. Don Ignacio pernoctaba el mayor tiempo en casa de Doña Inés Ríos, antes que en la suya propia o en las de sus familiares sanguíneos; y con los Ríos se prodigaban mutuos respetos y ayudas. Todos sospechaban que don Ignacio era dueño de ese tesoro enterrado y muchos le espiaron cuidadosamente por muchos años sin lograr ubicar el lugar donde enterraba esa riqueza. Decían que el secreto de mantener bien escondido el entierro, era que don Ignacio conocía unas claves secretas, en forma de palabras mágicas, que eran pronunciadas al pie del entierro, permitiendo que éste se abriera completamente dando acceso a su disponibilidad. Esa clave mágica en forma de palabras fue conocida como una abusión.

En una oportunidad, su sobrina vio cómo don Ignacio se acercó a una enorme planta de naranja que tenía en el centro de la chacra, pero antes se despojó de su vestimenta y estando completamente calato se ubicó al pie del naranjo, se dio una vuelta de campana, y pronunció la abusión con palabras ininteligibles, y luego escarbo fácilmente la tierra solamente con las manos, sacando la olla con el dinero para exponerlo al sol por un lapso de dos horas, volviéndolo a enterrar de inmediato. Luego de hecha la operación, pronunció otra vez la abusión con palabra raras, se dio otra vuelta de campana de espalda al entierro, se vistió y se fue por donde había llegado La sobrina, se acercó al mismo sitio luego que don Ignacio se hubo marchado y encontró que el lugar lucía como si nadie lo hubiera tocado, entonces trato de escarbar la tierra como lo había hecho don Ignacio, pero ésta se había puesto tan dura y compacta, que no pudo remover ni con una lampa.Carlos Tineo, que fue su sobrino espiritual, muy querido por don Ignacio Barranzuela, estuvo espiándolo por mucho tiempo junto con su hijo Chumpi, pero nunca pudieron conseguir descubrir el lugar donde guardaba el entierro. 

En 1983, el fenómeno del Niño derramó millones de toneladas de agua en toda la zona y el río se desbordo con furia inusitada arrasando cola chacra de las Díaz, de don Juan Jiménez, de Pedro Cholelo, de don Pedro Flores, de Orángel Ato y también de doña Inés Ríos. Las chacras arrasadas, habían soportado intactas las lluvias de 1953 y confiadamente don Ignacio pensó que esa vez tampoco serían tocadas, por cuya razón no tomó las precauciones de retirar su entierro que terminó siendo arrastrado junto con los árboles de mangos, paltos, y otros frutales en dirección del mar, cuna y tumba de todos los bienes de la tierra. Don Ignacio, a partir de ese momento, no volvió a ser el mismo, y en los días y años siguientes, hasta su muerte, lo vieron sentado durante horas frente del lugar donde había crecido el naranjo, triste y meditabundo reflexionando, sobre cómo pudo perder tan formidable fortuna.

Esto que sucedió a Don Ignacio Barranzuela nos hace pensar que debemos poner toda nuestra confianza en los bienes espirituales, antes que en los bienes materiales, que de todas maneras se quedan en la tierra cuando nosotros nos vamos a la otra vida, porque como escribió el poeta Don  Jorge Manrique, en sus Coplas a la muerte de mi  padre el maestre de campo Don Rodrigo:

No se engañe nadie, no,

Pensando que ha de durar

Lo que espera.

Más que duró lo que vio.

Pues que todo ha de pasar,

Por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos

Que van a dar a la mar,

Que es el morir.

Allí van los señoríos,

Derechos a se acabar,

Y consumir.

Ahí los ríos caudales,

Allí los otros medianos

Y más chicos.

Allegados son iguales,

Los que viven por sus manos

Y los ricos.

Y para que no nos vaya a suceder como el hombre rico de la Biblia, que habiendo llenado todos almacenes de grano, se sentó a descansar pensando que a partir de ese día ya no trabajaría nunca más, pero sucedió que esa misma noche, el Señor lo llamó a la otra vida, porque su permanencia en este mundo se había terminado y ya no habría para él una segunda oportunidad en la vida.

Esta lectura malacasina queda como recuerdo de lo que sucedió a don Ignacio Barranzuela que logró acumular una gran fortuna en base a grandes sacrificios, pero que no pudo disfrutar porque todo fue a parar a la mar que es el morir. y lo único que podemos atesorar son los conocimientos que vamos adquiriendo en el transcurso de la vida, que finalmente se van con nosotros cuando suspirando dejamos esta vida.


DON PEDRO NUNJAR: EL DUELO CON EL DIABLO


 DON PEDRO NUNGAR:  EL DUELO CON EL  DIABLO.


“Nunca juegues con fuego,

porque te puedes quemar”

Dicho popular.

 

Don Pedro Núnjar, más conocido como Pedro el Diablo, nunca en su vida tuvo la suerte de encontrarse un billete u objeto tirado en el suelo, debido a su  caminar erguido y derechito sobre su escuálida humanidad, mirando hacia adelante con su cabeza flaca, con la quijada por encima de la línea del horizonte, sin voltear siquiera hacia los costados, parecía como si estuviera marchando con la elegancia y gallardía del mejor soldado en desfile de Fiestas Patrias.

Don Pedro, no fue un ser hostil, o que se llevara mal con sus vecinos y amigos, pero, tampoco lo era de esas personas amables y atentas a los saludos que le prodigaran. Vivió tranquilamente en una humilde vivienda junto con su esposa y sus dos hijos, ejerciendo el reposo del guerrero, totalmente agotado  ya de la vida acelerada que había cultivado: buen cantor, guitarrista y chupa caña como dice la canción de la China hereje. Llegó a Malacasí en el último tramo calmo de su ancianidad, después de saborear todas las experiencias de quien pasa por el mundo, retando al destino asumiendo los riesgos de vivir al filo crítico del abismo.

Don Pedro, no era un buen conversador, por el contrario, era muy parco y callado, pero cuando se tomaba algunos traguitos, sí se animaba narrar tenebrosas  aventuras de su juventud, y hasta le saltaban los ojitos llenos del entusiasmo y alegría que le producía.

¡Don Pedro! - le preguntaban:

¿Cómo fue su duelo de guitarra y contrapunto con el diablo?

- Él se ponía cómodo en su silla, mirando hacía el infinito y como adentrándose

en la intrincada maraña de sus recuerdos, decía:

- ¡Efectivamente¡ decía sacando pecho.

- Yo sostuve  un duelo de guitarra mano a mano con Lucifer.

Y continuaba;

Sucedió en Morropón, donde yo vivía una vida muy bohemia, de trago diario con mis  amigos, bebiendo hasta quedarme privado del conocimiento en las cantinas hasta altas horas de la madrugada, y cada noche nos consumíamos un odre de cañazo de primera flor de caña. Casi todos los días, pasadas las doce de la noche, íbamos debajo de los balcones a ofrecer cantos y serenatas de enamorados a las niñas más bonitas del pueblo de Morropón, y ellas respondían encendiendo las luces de sus casas, como señal de satisfacción, pero sin salir ni abrir las puertas. Esta situación se daba en todos los momentos como una rutina inevitable, que alimentaba el vicio incontenible parecido a la ludopatía de los casinos, que cuando se cae en el, ya no puede salir, sino ha perdido hasta el último centavo que se tiene en los bolsillos. Era una droga que terminaba por alucinarnos el cuerpo y el alma, atándonos al vicio sin posibilidad de salir.

En esos años no existía la luz eléctrica en el pueblo, solo se alumbraba la casa con candiles o lámparas de querosene, que a duras penas proyectaban algunos rayos de luz por las puertas abiertas de par en par, iluminando levemente las noches oscuras, negras y tenebrosas como los abismos del infernales. Otras veces, las noches se iluminaban con el resplandor de la luna llena y el titilar de las estrellas cubriendo todo el firmamento, haciéndonos sentir como si estuviéramos entrando a la casa de Dios, que está más allá de lo visible.

Pero un día, como a las tres de la madrugada, que es la hora más pesada para encontrarse con los seres de ultratumba, ánimas errantes, duendes traviesos y lo que es peor, con el mismo maligno.

Cuando yo retornaba completamente solitario a mi casa, con unos traguitos encima; mi guitarra en la mano y entonando una canción a capela para darme ánimo ante la noche solitaria, que hacía rechinar los dientes de miedo y todo el cuerpo se arrugaba como la piel de gallina. Sentí de pronto que la noche se había tornado más negra que los extramuros del infierno y parecía inundada de un entorno tétrico en el que deambulaban aves agoreras, lechuzas, búhos, huerequeques y murciélagos, gritando por todos lados, que enrarecían el ambiente llenándolo de inseguridad y pavor.

De pronto y sin que hubiera lugar para evitarlo, se apareció un jinete forastero ensombrerado, color cobrizo, de facciones fuertes, grandes cejas y ojos profundos, muy penetrantes, bien vestido cabalgando en  un impresionante caballo negro con finos estribos y espuelas de plata, semejante a un gamonal del siglo XVIII, portando también una bonita guitarra.

Sin más preámbulos, dirigiéndose hacia mí, dijo:

¡¡¡¡Oiga amigo!!!!

Me han dicho mis peones de Pambarumbe, que usted es un gran decimista pallador y guitarrista; y me gustaría  sostener un duelo de contrapunto de algunos cantos con Ud.

Yo me quede mudo, y paralizado como clavado al suelo por la arrolladora personalidad del forastero, que tan abrupta e inesperadamente había irrumpido casi rozándome el hombro. 

Un sudor frío recorrió todas las células de mi cuerpo y me invadió un miedo indescriptible, que jamás había experimentado, haciendo que tiritaran hasta los últimos rincones de mi cuerpo. Un extraño presentimiento se apoderó de todo mi corazón intuyendo que me encontraba frente al mismísimo poderos dueño de la oscuridad.

Pero,  reponiéndome de esta primera impresión, contesté en voz alta :

¡¡¡Cómo Ud. guste Señor !!!

Inmediatamente dijo –

¡¡¡No me digas Señor – mejor dime compadre, o cumpa !!!

¡¡¡Cómo Ud. guste, Señor!!!  Respondí repitiendo otra vez, y sacando fuerzas de mis flaquezas.

El hombre rasgó su guitarra y de sus cuerdas salieron unos magistrales sonidos que llenaron todos los espacios; y la música se fue tornando espléndida y encantadora, como los cantos de las sirenas que alocaban a quienes les escuchaban,  contagiándome una alegría que nunca había experimentado, dejando a mis sentidos al borde del colapso de tanta exquisitez.

Seguidamente tocó mi turno, y yo también escogí los mejores arpegios de mi repertorio musical, pero aplicados a canciones sagradas.

Ya vienen las vaquitas

Del montecito mayor

Trayendo la crucecita

De Jesús nuestro señor.

De reojo observé que la canción incomodó a mi acompañante, el mismo que me invitó a interpretar otras canciones mundanas y pecaminosas.

Cantemos bonito a una sola voz

¡¡¡Ole Cocaleca, Ole cocaleca!!!

¡¡¡Vamos a la playa que la mar esta seca!!!

O mejor ¡¡¡ si tu eres marica , 

tambien marica  seré yo !!!

Me dijo afanosamente, Y se afinaba la garganta tomando gruesos tragos de licor.

En un instante, e intuyendo que mis canciones sagradas lo aturdían y

descontrolaban, aproveché para cantar la oración –Salve a las Vacas-.

Salió un pobre una mañana

a casa de un rico entró,

a pedir una limosna

señor por amor de Dios.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El rico cuando lo vio

hizo que se sonrió

mirando al gallardo joven

que limosna le pidió

Mi retador al duelo de contrapunto,  inmediatamente se llenó de cólera, al extremo de que parecía que se le salían los ojos y se  tapaba  los oídos con las dos manos para no escuchar la canción oración Salve a las Vacas que yo recitaba con gran ahínco y sabiduría porque las palabras salían espontáneamente como el fluir de un céfiro fresco y suave como, el que sintió el profeta Elías en la entrada de la cueva del monte Horeb.

Aprovechando  el  instante de descontrol del maligno, para profundizar con mas énfasis la letra y la música del canto:

Siendo un joven tan hermoso

y de tan pequeña edad

por qué no aprendes oficio

y empiezas a trabajar?

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Mi padre fue carpintero

cuyo oficio no aprendí,

me sucedió una desgracia

por la cual me veo así.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Yo no te pregunto de eso

sino que vengas a ver,

donde tengo mis haciendas

para venir y recoger.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El pobre entonces le dijo,

no es ese mi natural,

tampoco mi proceder,

y aunque en carne soy venido,

es muy grande mi poder.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

A esas alturas, ya el cachudo echaba chispas por los ojos de tanta cólera

que sentía, y yo, consciente de que me encontraba frente al verdadero Satanás, quién al escuchar la Salve a las Vacas, que es la oración con la cual se podía espantar su presencia maligna; y dándome cuenta que sólo trataba de protegerse, retirándome un poco, le lancé la segunda parte:

Soy poderoso en los cielos

y de los ángeles rey.

amparo de pecadores

y de los soberbios juez.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Caminando hacia la esquina

una herida le mostró,

herida de su costado

que al instante se cerró.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Al ver todo esto el rico

de rodillas se postró.

regreso el pobre y le dijo

ya es tarde quedas sin Dios.

Yo con los ojos cerrados y consciente que el maligno quería llevarme en cuerpo y alma al infierno, resistiendo el pánico y un frío tan frígido que me congelaba los huesos y el alma, no paraba de cantar, a pesar de la rabia de Satanás, quien viendo mi actitud y decisión, empezó a retirarse de mí lado, poco a poco, y cuando abrí los ojos, me encontré con un ser horrible, que le brillaban los ojos como dos tizones de candela, los dientes de oro relucían a la luz de la luna, su frente dejó traslucir dos cuernos enormes bien pronunciados como de un chivato, cabrío de barbas largas; y una cola enorme como de asquerosa rata, apareció en su trasero moviéndola de un lado al otro.

Un miedo terrible paralizó toda mi humanidad y me encomendé a Jesucristo con todo mi corazón: ¡¡¡Ampárame Dios mío, que me refugio en ti !!! clamé  con todas mis fuerzas, varias veces y en ese  preciso momento, un sonoro y poderoso ¡¡¡ Ki,Ki, ri, kííííí !! del canto de un gallo, rasgó el silencio de la madrugada solitaria, por tres veces consecutivas, como diciendo Jesússss está aquí íííí

Un potente bombazo hizo temblar el espacio.con la potencia de un terremoto de destrucción masiva, y casi inmediatamente después del cantar del gallo, se escuchó la onda  explosiva y una nube de humo con fuerte olor a azufre quemado  nauseabundo saturó el aire haciéndolo irrespirable.

A lo lejos una voz ronca y horrible se dejó escuchar, ¡Eso te valgaaaa! Y alcancé a ver, a Satanás huyendo grotescamente hacia el espacio, seguido de un grande y fornido  soldado que amenazante lo espantaba blandiendo su brillante y afilada espada a la luz de la luna.Era el Arcángel San Miguel, el guerrero en jefe de las huestes celestiales, que había venido en mi auxilio.

Después de esa escena tan tenebrosa, solo atiné a huir y correr por el medio de la calle oscura, en dirección de una casa que tenía la puerta abierta dejando traslucir el reflejo pálido de la luz de un candil. Casi llegando a la puerta caí desmayado, y allí me encontraron en la mañana completamente inconsciente y con la boca llena de espuma.

Ya repuesto del evento, juré por todos los santos  seres celestiales, dejar el vicio del licor que tanto me esclavizaba  y abandonar par siempre la vida licenciosa que había llevado durante toda mi juventud. Así pues, logre escapar de las garras de demonio en cuyos predios se desarrollaba mi vida lejos de la presencia de Dios, y gracias a él, ahora puedo contarles esta experiencia para que a ustedes no les pase lo mismo.

Así, terminó de contar su experiencia don Pedro Núnjar más conocido como Pedro el Diablo que es el único cristiano que pudo sostener un duelo de guitarra y canto con el mismo demonio, hecho que le valió su apodo de Pedro el Diablo, como se conoció en el pueblo de Malacasí.

Yo creo que el alma, de Don Pedro Núnjar, o Pedro el Diablo, logró salvarse gracias a la misericordia de Dios que le dio la oportunidad de enmendar la mala vida que había llevado, y después de su muerte terrenal lo habría recibido con un gran abrazo, como el que le dio el padre bueno a su  hijo pródigo, después de perdonarle todas sus desdichas.

Dejamos esta lectura malacasina para que se incorpore a la historia de Malacasí porque si bien es cierto don Pedro Nunjar no fue malacasino, si murió en este pueblo al que le llaman la sucursal del cielo, y su alma descansa en la casa del Altísimo junto con don  Modesto Montalbán , doña Angélica Echeverre, doña Eresvita Montalbán, Don José Chicoma, José Calle,  y otros buenos malacasinos que nos esperan en el mundo de la escatología o sea de ultratumba.




GABINO MENDOZA, A LA MESA DE HECHICERÍA SE MIRA Y NO SE TOCA


GABINO MENDOZA, A LA MESA DE HECHICERÍA  SE MIRA Y NO SE TOCA


Don Gabino Mendoza fue un moreno recio, fornido, buena persona y de carácter alegre, que pasó por la vida sin hacer grandes cosas, pero cumplió a cabalidad su rol de padre de familia con gran responsabilidad.Tuvo una hija, morena y zamba bien fornida que por la reciedumbre de su humanidad le pusieron el apodo de “Caterpillar”Él fue un campesino pobre, y combinó su trabajo de jornalero con la labor de aguatero acarreando agua desde el río hasta las casas, usando sus burros y sus barriles de madera como se acostumbró en esos tiempos de la década de 1960. Por las noches mataba la rutina de sus días jugando casino con sus amigos en la casa de don Sergio Chanamé, pero también le echaba sus buenos tragos con su amigo Chicharro y fumaba sus cigarros corrientes marca Nacional y también marca Inca.

Don Gabino fue hermano materno de don José Neira, quien tuvo su chacra cerca de Malacasí camino de Mangamanguilla y era también dueño de un enorme burro garañón, casi del tamaño de un caballo con el cual se movilizaba. Don José fue un brujo curandero de verdad, que manejó el arte de la hechicería con gran maestría, pero nunca lo hizo abiertamente, sino usando la más absoluta discreción.

Se comentó que los brujos que ejercieron esa actividad, desde Morropón hasta Huancabamba le tuvieron un gran respeto que lindaba con el miedo, pues don José, cuya apariencia fue de un hombre muy bueno e inofensivo, en realidad era de temer  e implacable cuando algún otro brujo intentó molestarlo. Su mesa de hechicería  contaba con amuletos, calaveras, huesos de aves, muñecos de trapo,  Don José fue un brujo ranqueado y se codeaba con la escuela de brujos de las Huaringas y con los de Salas y Penachí. Todos ellos interactuaban apoyados por los apus tutelares representados por los cerros de sus respectivas regiones. El Apu de don José fue el cerro Palmarán. También se comentó que don José en el ejercicio de este herramientas, espadas, monedas, cuencos de madera, candelabros, conchas, chaquiras  y objetos diversos,  que habían pertenecido a los gentiles o sea de personas anteriores a la conquista, que eran armas poderosas, cuando de medir fuerzas se tratase y eran artes propios de los brujos maleros de las ligas mayores. 

Don José fue un brujo ranqueado y se codeaba con la escuela de brujos de las Huaringas y con los de Salas y Penachí. Todos ellos interactuaban apoyados por los apus tutelares representados por los cerros de sus respectivas regiones. El Apu de don José fue el cerro Palmarán. También se comentó que don José en el ejercicio de este arte, tenía los dones de la clarividencia, de la bilocación, y hasta de la ubicuidad y en ese sentido él podía aparecer en dos o más lugares a la vez, y asimismo podía ver con nitidez él futuro de las personas que le consultaban. De la misma manera, podía igual que Pitingo, practicaba el nahualismo convertirse en cualquier animal, como: león, perro, chancho, gato,chivato, toro o cualquier otro ser, de acuerdo con las circunstancias o necesidades.

Don Gabino Mendoza, a diferencia de su hermano  nunca participó en las sesiones de brujería que realizaba discretamente don José, y siempre se mantuvo lo más lejos posible de él pues le tuvo gran respeto y temor. Pero  sucedió que un día, llegó el momento de partida final de don José a la otra vida y no teniendo el difunto ningún hijo varón en Malacasí que pudiera hacerse cargo de la chacra, fue don Gabino quien tuvo que asumir el trabajo no solo de cuidarla, sino también de trabajarla.

Cierto día que don Gabino Mendoza, se puso a preparar el terreno, haciendo surcos para sembrar yucas, encontró un bulto grande envuelto en un saco de yute y creyendo que era algun apero de burro, lo sacó y lo abrió, encontrando que eran instrumentos diversos, espadas, bastones, conchas de nácar, muñecos raros de madera, calaveras de diferentes tamaños y otras artes que pertenecieron a la Mesa de brujería de don José Neira y don Gabino fue sacando cuidadosamente todos los objetos y poniéndolos en una caja de cartón para trasladarlas a otro lugar donde pudieran conservarse. Así los hizo, trasladó todos  los objetos a su casa y los guardó cuidadosamente, pero sucedió que a los pocos días, don Gabino sintió que todo su brazo derecho se comenzó a hinchar desde el hombro hasta los dedos sin sufrir ningún dolor, ni haber tenido algún golpe que justificara esa rareza.

Don Gabino entonces acudió a los médicos de Piura, quienes después de muchos exámenes exhaustivos, no encontraron ninguna razón que justificara el fenómeno y así tuvo que convivir toda su vida con su brazo hinchado hasta el doble del grosor normal. Don Gabino finalmente se fue a Huancabamba, y después de muchas sesiones de brujería, con los mejores maestros curanderos de las Huaringas , pudo determinar que el mal había tenido su origen en la manipulación que había hecho de los objetos de la mesa de brujería de don José Neira, y que su curación era imposible porque era un hechizo que escapaba a todo conocimiento que pudiera revertirlo.

Don Gabino acordó con los brujos de Huancabamba que ellos se hicieran cargo de la mesa que guardaba en en su casa de Malacasí y así evitar que hubiera otro afectado si manipularan tan peligrosos objetos. Don Gabino, no murió por la hinchazón del brazo, sino de vejez avanzada, advirtiendo todo el tiempo que cuando alguien se encuentre con este tipo de objetos, mejor ni tocarlos, para evitar lo que a Él le sucedió.

Queda grabado en este retrato escrito en blanco y negro, de todo lo que le sucedió a don Gabino Mendoza, para que se tome conciencia que, si por casualidad nos encontráramos con algo parecido, solo debemos mirar sin tocar..



ORACIÓN SALVE A LAS VACAS QUE SALVO A PEDRO EL DIABLO

ORACIÓN SALVE A LAS VACAS QUE SALVÓ A PEDRO EL DIABLO


La oración de Salve a la vacas es una poderosa oración que exalta los poderes de la Virgen María, como mediadora y defensora de los pecadores arrepentidos, bajo cuyos ruegos sus almas son  perdonadas por su hijo Jesucristo, mientras que el Maligno lucha y protesta porque las almas de los pecadores no deban salvarse, sino condenarse al fuego eterno. La oración comienza presentando a las vaquitas -que abrigaron a Jesucristo recién nacido en el pesebre-, trayendo la cruz de Jesús, desde el monte mayor que es el Gólgota. Luego se continua presentando la historia de Jesucristo disfrazado de mendigo que llega a pedir limosna a un hombre rico, quien ensoberbecido en su vanidad, niega toda ayuda al menesteroso, hasta que este muestra la herida de su costado, pero ya es tarde para el hombre rico, quien es reclamado por el demonio para llevarlo a los infiernos. El hombre rico corre desesperado ante la Virgen María pidiendo que lo salve de los reclamos del diablo, ante lo cual la Virgen María recurre a su hijo Jesús Redentor a  pedir la salvación y perdón de dicha alma. Jesús acepta el pedido de su madre y el diablo es despedido,  humillado expulsado por el Arcángel San Miguel, príncipe y líder de las huestes del Altísimo. teniendo que volver al infierno sin cargar con el alma del rico vanidoso.

La oración termina con la exhortación en la fe y confianza que debemos a la Virgen quien siempre esta pidiendo por las almas del purgatorio, y finalizando con  la exaltación a la Santísima Trinidad Padre Creador,  Hijo Redentor  y Espíritu Santo Consolador del Mundo. Se tiene conocimiento que esta oración es muy rezada en la sierra de norte peruano Huancabamba, Ayabaca y parte de la sierra del Ecuador como un arma poderosa contra las acechanzas del demonio, quien apenas escucha la oración, huye despavorido  


ORACION  DE LA  SALVE A LAS VACAS


Ya vienen las vaquitas

del montecito mayor,

trayendo la crucecita

de Jesús nuestro señor.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Salió un pobre una mañana

a casa de un rico entró,

a pedir una limosna

señor por amor de Dios.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El rico cuando lo vio

Hizo que se sonrió,

mirando al gallardo joven

que limosna le pidió

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Siendo un joven tan hermoso

y de tan pequeña edad,

por qué no aprendes oficio

y empiezas a trabajar?

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Mi padre fue carpintero

cuyo oficio no aprendí,

me sucedió una desgracia,

por la cual me veo así.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Yo no te pregunto de eso

sino que vengas a ver,

donde tengo mis haciendas

para venir y recoger.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El pobre entonces le dijo,

no es ese mi natural, tampoco mi proceder,

y aunque en carne soy venido,

es muy grande mi poder.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Soy poderoso en los cielos

y de los ángeles rey,

amparo de pecadores

y de los soberbios juez.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Caminando hacia la esquina

una herida le mostró,

herida de su costado

que al instante se cerró.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Al ver todo esto el rico

de rodillas se postró.

regreso el pobre y le dijo

ya es tarde quedas sin Dios.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El rico muy asustado

A la carrera salió,

en busca de su abogada

y hacia la Virgen llegó.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

La virgen le dijo a Cristo

hijo de mi corazón,

por mis pechos que has lactado

que esta alma alcance perdón.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Jesucristo respondió

madre de mi consolación,

qué pedido me habrás hecho

que no te he cedido yo.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El demonio le dijo a Cristo

te pido grande señor,

que este hombre sin corazón,

pertenezca a mi legión.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Jesucristo le respondió:

quítate sayón de aquí,

que es pedido de mi madre

que esta alma alcance el perdón.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El demonio está  muy grave

y no tiene mejoría

y es porque le están rezando

el rosario de maría.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

El enemigo renegando

al infierno se arrojó,

maldiciendo su trabajo

que de nada le sirvió.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Las cuentas de mi rosario

son balas de artillería,

que hacen temblar el infierno

si rezo el ave maría.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

La virgen del Carmen pura

al purgatorio ingresó,

a salvar todas las almas

que el señor las perdono.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Un viernes santo murió Cristo

y el mismo día se sepultó,

y los ángeles cantaron gloria

porque el domingo resucito.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Quien pudiera gran señor

volar al cielo mayor,

y ver la gloriosa Pascua,

de Cristo nuestro señor.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Los ángeles en el cielo

cantan con dulce alegría

y nosotros aquí en la tierra

Alabamos a María.

Salve, Salve, Salve purísima Madre.

Glorifiquemos al Padre

señor de todos los cielos,

glorifiquemos al hijo

señor también de los cielos

y al Santo Espíritu glorioso

que nos consuela en la tierra.

Adaptación popular Anónimo de la sierra Piurana



CARLOS TINEO RIOS : LA TENTACIÓN DE UNA PERDIZ.

 CARLOS TINEO RIOS : LA TENTACIÓN DE UNA PERDIZ.

dice el laborioso:

Quien temprano se levanta

goza de salud cumplida, 

tiene una año más de vida

y su trabajo adelanta.

responde el holgazán:

Quien temprano se levanta,

No es de su albedrío dueño.

Pierde una hora más de sueño

Y alguna visión lo espanta.

                                       Dicho popular.

Carlos Tineo Ríos, fue la cara opuesta en todos sus extremos, de su hermano Nico Tineo Ríos, siendo ambos, hombres buenos mozos y hermanos de padre y madre.

Empezando con la familia:

-Nico fue desaprensivo,  y pronto se separó del hogar paterno emigrando a Lima;

Carlos nunca se alejó de su familia y vivió hasta muy adulto  en Malacasí.

-Nico  fue, conversador, extrovertido, mujeriego  y solo pensó en su felicidad.

Carlos en cambio fue  tranquilo, buen amigo, fiel esposo,  servicial y casero.

-Nico tuvo muchas mujeres; Carlos solo tuvo una.

 Carlos fue pueblerino que gustó de la chacra y  la campiña.

-Nico en cambio fue citadino y gozó  con su profesión de policía.

 Pero ambos coincidieron en tener muchos hijos.

Carlos vivió casi toda su vida en Malacasí, fue un colorado buen mozo, futbolista, vaquero y viciosamente  aficionado a la cacería silvestre: venados, sajinos, palomas, etc. y conocía sobradamente todos los manantiales y jagüeyes de todas las rinconadas cercanas. Fue un padre amoroso y engreidor de sus hijos y nietos a quienes deleitaba contándoles historias fabulosas de duendes, viudas, diablos, almas en pena, así como cuentos de bandoleros, machonas, brujos  y cuanto personaje mítico  pudiera interesar a los niños que lo escuchaban con deleite, pues Carlos era un narrador exquisito e incansable, con un bagaje de historias. cual si fuera la narradora Sherezade de Las mil y una noches  

Carlos, contaba  que  un día, como era su costumbre, se internó con unos amigos en la rinconada de El Ala para pasar algunos días en la cacería de venados. Una mañana, decidió ir a un jagüey que estaba como a tres  kilómetros  del campamento, y  luego de haber permanecido casi todo el día aguardando en el  escondite, la aparición de algún venado, se percató que el día casi terminaba , sin haber  conseguido  ninguna presa.

Él estaba solo, y  sus otros compañeros hacían guardia  en otros jagüeyes más o menos lejanos, y Carlos un tanto cansado por el acecho, se aprestaba a iniciar el retorno hacia el campamento de reunión para pasar la noche, cuando de repente, escuchó el silbido de una perdiz muy cerca de él. Carlos se llenó de alegría pensando que era un premio que le llegaba del cielo  al final de un día tan desafortunado, porque la cacería  es así, algunas veces puedes conseguir muchas piezas en poco tiempo, pero otras, se pueden pasar muchas horas o días sin conseguir nada. Era pues el momento preciso para conseguir siquiera una perdiz  y prestamente, Carlos silbó imitando al animal para ubicar el lugar exacto donde esta se encontraba, y efectivamente, escuchó la respuesta como a unos veinte metros en dirección del cerro tupido de árboles y malezas, justo debajo de un alto y robusto Higuerón que se alzaba por sobre los otros árboles formando un enorme dosel.  Luego de escuchar la respuesta de la perdiz, una inmensa e irreprimible curiosidad le impulso a acercarse lo mejor posible, y  estando como a la mitad del recorrido volvió a silbar  para poder ver el ave  y dispararle, pero esta vez, la respuesta se escuchó como  a otros veinte metros más adelante subiendo el cerro.

Carlos siguió avanzando apresurando el paso,  con la escopeta  lista para dar caza a la perdiz, con la convicción de que no podía escaparse esta excelente oportunidad, pero cuando volvió a silbar para ubicar el ave, ésta contestó otros veinte metros más adelante y así se repitió otras cuatros veces, hasta que cayó  en cuenta  que había avanzado como doscientos metros cuesta arriba y la distancia de la perdiz seguía manteniéndose los veinte metros de distancia iniciales.

Miró con más atención y pudo ver que la perdiz se desplazaba por  un camino en cuyos dos costados crecían hermosas  plantas llenas de flores, libre de malezas,  verde por doquier y terminaba en un campo inmenso habitado por gran cantidad de  perdices, venados, pavas de monte, ardillas y toda clase de animales,  como si en una fracción de tiempo más corta que un relámpago, se hubiera concentrado toda la fauna silvestre. Carlos no lo podía  creer, se frotó los ojos, y en una milésima de segundo recordó las palabras de su primo Federico,  quien alguna vez le había advertido  que nunca se apartara del camino de Dios porque “El camino del infierno era ancho y bonito, pero engañoso y te lleva a la perdición”. En ese momento todo se aclaró en su mente y un sudor abundante y frío, le bañó todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Un miedo jamás sentido lo paralizó completamente, pensando que la perdiz no era otra cosa que una gran trampa tendida por el mismo espíritu del cerro  que lo estaba encantando para llevarlo a sus dominios para siempre.

Con desesperación  quiso iniciar el retorno, pero sentía que los pasos que daba no le permitían avanzar ni un sólo centímetro,  y era como si caminara pero no caminaba, permaneciendo en el mismo lugar. Carlos entonces cerró los ojos para escaparse de esa irrealidad y metiendo  la mano en el bolsillo izquierdo de su camisa, tomó una medalla  bendita de la Virgen María que le había regalado su primo, y apretujándola contra su pecho  la invocó con todo su corazón, pidiéndole  que lo protegiera de esa incontrolable situación. Rezó con toda devoción invocando a la Virgen y al Arcángel San Miguel, y mientras rezaba, experimentó  una inexplicable  sensación,  como si saliera de pronto de un trance etéreo o de una dimensión desconocida  y sus órganos hubieran estado separados y volvieran a su lugar. Sintió entonces y se dio cuenta, que  sus manos eran sus manos, sus piernas eran sus piernas, sus ojos eran sus ojos, como si de súbito toda una irrealidad volviera  a ser la realidad.

El sol que se perdía en el ocaso se abrió paso entre las nubes que  le impedían despedirse del final del día y alumbró con una extraña claridad para señalarle el camino de retorno. Carlos siguió rezando  y caminando mientras el  camino  se mostraba ancho y fácil, llegando prontamente al campamento  donde se reunió  con todos sus compañeros, que hacía una hora ya estaban esperándole. Pálido como si se hubiera quedado sin  sangre en el cuerpo,  les narró todo lo que le había sucedido, en ese lugar tan bonito que lo invitaba a quedarse.

Todos coincidieron que Carlos Tineo Ríos, había  tenido un encuentro con la mala hora, y que el Apu o Señor del Cerro,  había intentado  encantarlo y llevarlo en cuerpo y alma a sus  dominios, pero la oportuna intervención de la Santísima Virgen María y del arcángel San Miguel lo habían librado de tan peligroso trance.

Desde entonces Carlos nunca más volvió a quedarse solo en los jagüeyes ni desprenderse de la imagen de la Virgen que lo acompañó hasta su muerte natural,  que sucedió en Lima rodeado de sus hijos y su amada esposa   doña Victoria Riofrío. Este hecho  sucedió en el pueblo de Malacasí, para que sirva de ejemplo a  los no creyentes que como Santo Tomás  quieren  ¡Ver para Creer!  Y no escuchan las palabras de Jesús que dijo “¡Tomás, porque me has visto has creído, pero dichosos serán  los que crean sin haber visto!”

Por eso los jóvenes de Malacasí, decía Carlos, ya no deben matar venados ni palomas y más bien deben cuidar celosamente su flora y su fauna , para que las nuevas generaciones sigan disfrutando de la belleza de los animales y las plantas que alegran la campiña malacasina.

 

DON TEODORO GUERRERO ESCÁRATE: EL CAZADOR INFALIBLE

DON TEODORO GUERRERO ESCÁRATE: EL CAZADOR INFALIBLE


Don Teodoro  Guerrero  Escárate nació en Salitral, del seno de doña Maximina Escárate, una de las personas más buenas y cariñosas, que vivió gran parte de su vejez en Malacasí gozando de todo el aprecio de sus amistades y del amor de sus hijos El era bajito de estatura y  de color claro, pero de pelo zambo y frentón, que tuvo una vejez sosegada y tranquila, nunca se le vio agresivo, ni busca pleitos, pero cuando en alguna oportunidad tuvo que enfrentar a algún alevoso,  lo hizo muy bien, no utilizaba los puños mayormente, sino la cabeza, y cada cabezazo que propinaba, hacía rodar por los suelos a sus adversarios, por ello se hizo merecedor de todo el respeto.

Don Teodoro, fue el mejor cazador de venados de Malacasí y  como tal, se conocía todos los jagüeyes en los treinta kilómetros a la redonda que rodeaban la rinconada de El Ala,y tampoco hubo secreto de cacería que escapara de su conocimiento ancestral legado de su árbol genealógico. El conoció todas las  técnicas y estrategias propias del arte de la caza, y por ello, no lo hacía por gusto, ni por vicio, sino como consecuencia  de su  necesidad mínima de sobrevivencia. Fue eximio francotirador, de manera que ninguna presa se le escapó de sus disparos dentro del perímetro de los cien metros. Fue el único que vi cazar patos y palomas al vuelo. Sus coto de caza eran respetados con todo escrúpulo: venados en la rinconada del El Ala, perdices en la rinconada de Tabernas de Salitral, patos silvestres  en los arrozales y puquiales  de Polluco y Morroponcito, palomas pamperas y de ojos azules en los cerros de La Alberca  y sajinos en la rinconada de Mangamanguilla.

Don Teodoro Guerrero, fue un gran amigo y mejor persona, muy servicial y de un bueno y grande corazón,  presto a ayudar en lo que se le pidiera. Nunca uso sus armas de fuego para fines fuera de sus propias necesidades, y cuando una vez que se le solicitó para matar a un perro que estaba bastante deteriorado, él para justificar el favor, disparó entre las piernas del perro para no liquidarlo,  aduciendo que le falló el disparo. El cargó con la imposibilidad de poder manejar su  brazo derecho   por toda la vida,  debido a un accidente vehicular que sufrió en la década de 1950 cuando se dirigía de Trujillo a Chimbote. En la cuesta de Coscomba antes de llegar a Chimbote, el camión se desbarrancó y Don Teodoro casi pierde la vida, pero sufriendo graves lesiones, en todo el cuerpo, su brazo derecho  quedó seriamente dañado con fracturas en varias partes, y los cordones nerviosos perdieron el control sobre todos los dedos de su mano, la misma que finalmente quedó con los cinco  dedos doblados hacia la palma y casi seca, sin masa muscular, motivo por el cual Teodoro escondió su mano en el bolsillo por casi toda su vida. Solo la exponía  cuando disparaba, pues tenía que usarla como apoyo del cañón de la escopeta. Después del accidente, Don Teodoro Guerrero volvió  a retomar sus actividades  y se enamoró de doña Delfina Carrasco, se unió con ella para toda la vida, procreando más de doce hijos durante su matrimonio.

Sus amigos, lo rebautizaron con el apelativo de Perro, porque tenía la nariz chata parecida a la de un fino canino pequinés, pero Él lo tomaba como una broma de sus amigos más íntimos y nunca lo vimos molesto por tal apodo, ya que  el mismo era amante de los perros que lo acompañaron en sus trabajos de cacería. Don Teodoro amaestraba bien a sus perros de tal manera que nunca espantaron a ninguna presa y antes bien, cuando salían a cazar venados los perros permanecían pegados a su costado  atentos a los gestos con que él los manejaba.

Pero sucedió que un día de repente, en Salitral empezaron a aparecer muertas las cabras y ovejas en los corrales, debido al ataque  feroz de un león, que incursionaba durante la noche desde los campos cercanos al pueblo, sin que su presencia fuera advertida por los perros ganaderos que cuidaban a las cabras en todo momento, y era que éstos, sí advertían la presencia del león, pero como el animal no era un león  real , sino producto de un acto de brujería, era un hombre-león , entonces los perros se morían de miedo y no osaban siguiera emitir un solo ladrido. El león se metía a los corrales  y  mataba a los animales que encontraba, sea cabras, ovejas o cerdos, todos eran víctimas de la misma brutalidad con que los atacaba,  y aparecían muertos con graves heridas de garras  en el cuerpo. El león no mataba para saciar una  necesidad alimenticia, sino por pura malignidad, la gente lo tildaba de manaturaloso, que mataba  solo por el gusto de matar, así son los brujos maleros. En Malacasí, hubo siempre  la creencia generalizada que las personas, hombres y mujeres practicantes del nahualismo o teriomorfismo,  se convertían en leones, chanchos, chivatos, lechuzas, patos etc., para salir a causar daños en las chacras, en las casas, y en las calles asustando a la gente.

Decían que antes de convertirse en animales, los brujos  se tomaban unas pócimas y luego de rociarse unos polvos especiales en la cabeza y el cuerpo, se subían en el cerco del corral y se lanzaban desde lo alto con los ojos vendados  diciendo ¡Sin Dios y sin María!  Y...  zas... caían convertidos en animales. Un  día que Don Teodoro Guerrero, con su escopeta cargada con balas de plata, como solía hacerlo cuando volvía muy tarde de la noche a su casa, se encontró de improviso con el tremendo león que le miro con enormes ojos brillantes,  como dos grandes faros de luz que se reflejaban  la nitidez  de la luna llena, porque los felinos son nictálopes y en la noche pueden ver como si fuera de día. El león se plantó en seco y en un instante que parecieron horas interminables, ambos se miraron sorprendidos  y paralizados como si de pronto se hubieran quedado  sembrados  en la tierra, pero luego de esos pequeños  instantes inacabables, el león huyó velozmente encaramándose en un grueso  algarrobo. Don Teodoro se sintió presa de un gran temor y le temblaron las piernas, pero  venciendo todos sus miedos se acercó sigilosamente, hasta ubicar al tremendo felino  que lo miraba asustado y acorralado  desde lo alto. Levantó entonces  su arma y apuntó cuidadosamente, pero cuando estuvo a punto de  disparar, el león, asustado, derramando abundantes lágrimas  y con voz de ruego suplicante, le hablo  diciendo, ¡Cuidado compadre Teodoro, por favor no me mate!  Pero don Teodoro  que ya estaba enterado de las andanzas de su malévolo compadre, le contesto  ¡Muere maligno, que yo no tengo compadres leones¡ y Pummm, un ruido violento, perturbó  el silencio de la noche  perdiéndose en el infinito espacio. Una poderosa bala de plata de nueve milímetros devoro la corta distancia que los separaba, y en un  abrir y cerrar de ojos, traspasó  todo el tórax del león, de costado a costado, abriéndole un túnel que derramaba sangre como si fuera una una manguera. El león, herido de muerte  se precipitó  pesadamente desde el  árbol, y se perdió rengueando en la maleza,  pero don Teodoro  no quiso  rematarlo porque sabía que los días de su compadre habían llegado al final, y que todas sus maldades quedarían congeladas en el mortal agujero perforado en sus  entrañas.

Mal herido, el león se levantó trabajosamente y caminando lentamente como cargando la totalidad de sus perversidades, se perdió en la lejanía arropado en la negra oscuridad de la noche. En  la mañana del día siguiente, se comentó  en todo Malacasí, que  don fulano de tal   estaba muy enfermo,  y dos días más tarde, que había  fallecido.

Todo esto se contó por muchos años acerca  de lo que le sucedió a don Teodoro Guerrero Escárate, pero no sabemos si fue cierto o fue un invento del mismo don Teodoro, para hacernos creer que de verdad fue el mejor guerrero de Malacasí como su apellido lo indica, pero de lo que si estamos seguros, es  que fue,  Don Teodoro Guerrero  Escárate, el cazador infalible.

noviembre 2021.

COSAS DEL MÁS ALLÁ: MAMÁ, MAMÁ, MÍRAME LOS DIENTES.

 

COSAS DEL MÁS ALLÁ : MAMÁ, MAMÁ, MÍRAME LOS DIENTES.


Doña Faustina García, llegó a vivir a Malacasí el año 1950, con su compañero don Camilo Tineo Carrasco, junto a la casa de Carlos Tineo, y su modo de vida se desarrolló apoyada en su negocio de expendio de desayunos y almuerzos, que preparaba para las personas de menor capacidad adquisitiva. Ella vino de Santo Domingo un pueblo de las alturas de Morropón. Allí en su negocio, los comensales se reunían desde temprano a tomar su café y gran parte del tiempo que permanecían, relataban anécdotas , relatos, e historias de sus pueblos.

Doña Faustina, se animaba algunas veces a contar historias de su pueblo, y a ella le escuché la historia de una señora bonita y vanidosa llamada Blancaflor que vivía en el pueblo de Pambarumbe, y no creía ni en Dios, ni en la virgen María, y mucho menos en ningún santo de la Iglesia Católica; tampoco en las almas benditas de los difuntos del Purgatorio. Un día la señora Blancaflor  se fue al cerro cercano del pueblo para   recoger leña para su cocina, siendo un poco más de la cinco de la tarde, pero resulta, que se hizo tarde porque no logro conseguir la leña tan rápido, de manera que cuando se dió cuenta, ya estaba anocheciendo por lo que se apresuró a regresar, tomando un camino que pasaba  cerca de una quebrada seca, cercana de la zona urbana, cuando  de pronto escucho un débil y lastimero  llanto de un niño pequeño proveniente de un costado de la quebrada, por lo que ella apresuró el paso, pero cuando más rápido caminaba, el llanto del niño más se alejaba, entonces ella optó por detenerse y observar bien de dónde provenía, y pronto se dió cuenta de un bulto semi escondido en unos matorrales, y ahí se dirigió inmediatamente. Ya en el sitio, descubrió que se trataba de un bebé que lloraba de frio. Blancaflor  lo levantó, lo acunó en su brazos y se compadeció de él, y retornó  de nuevo a su camino en dirección del pueblo, Había caminado unos cien metros más adelante, cuando sintió que el niño de pronto empezó a mostrarse más grande y pesado, haciendo que su caminar fuera más lento de lo habitual. Cuando estuvo un poco cansada, se detuvo y destapando la carita del niño, éste repentinamente le dijo mamá, mamá.

Ella se extraño mucho, pensando que quizás era una confusión lo que había escuchado, por lo que le cubrió la cara y siguió caminando rápido, pero el niño volvió a insistir, mamá, mamá, mírame los dientes, mírame los dientes, ante esta situación la mujer volvió a descubrir la cara del niño y éste le mostro su grandes dientes más grandes que los de un adulto, y ante cuya sorpresa solo atino a arrojar al niño, quien antes de caer a tierra, se paró  junto a ella, sin cesar de repetir, mírame los dientes, mírame los dientes, mostrándolos  cada vez mas grandes u puntiagudos, igualmente, de la frente, le brotaron dos grandes cuernos, a la vez que exhibió una gran cola en la parte trasera. Blancaflor, estaba a punto de desmayarse,pues el niño en realidad era el demonio que reclamaba su alma. Pero  de pronto se escuchó el chilalá de  los chilalos que  estaban dando el adiós a la claridad del día, siendo imitado por el kikiriki de los gallos que son los aliados del Niño Jesús. Escuchose entonces una explosión acompañada de un fuerte  olor a azufre  que invadió todo el espacio como una gran nube y  una voz  escalofriante que salía de la boca del demonio que le dijo - Los chilalos y los gallos te han librado de que pueda llevarte a los infiernos por incrédula-  y una risa escalofriante ja,ja,ja,jajajajajaja y potente se fue repitiendo en un eco interminable que se fue perdiendo  en el cerro.

Bancaflor, la mujer vanidosa e incrédula, libre ya de la acción del maligno, alcanzó las primeras casas del pueblo corriendo a ponerse  un antiguo escapulario de la Virgen del Carmen que tenía guardado desde hacía mucho tiempo, sin usarlo, volviéndose, a partir de ese momento en una mujer piadosa y creyente, y no se cansaba de repetir, que el diablo existe, pero que nos hace creer que no existe, para así tener cogida nuestra alma  en sus garras. Doña Faustina García, juraba que ella había conocido a Blancaflor quien había tenido el encuentro cercano con el mismo demonio, a pesar de que quienes  le  escuchaban esta historia afirmaban que era una historia  inventada de los antiguos  centroamericanos  practicantes del vudú, y también  de una capullana sullanense que tenia una historia parecida.

De todas maneras aunque doña Faustina no fue Malacasina, si vivió allí por mucho tiempo, pues habiéndose quedado viuda, se vio en la necesidad de volver al pueblo de Santo Domingo donde aún tenía algunos familiares. Esta lectura malacasina evitará que nuestros paisanos no se dejen convencer por los oropeles y fantasías con los que el Mamón suele engañar a los humanos.

noviembre 2021.