JUAN TERCERO OCAÑA: UN MAESTRO DE GENERACIONES
Aunque el maestro Juan Tercero Ocaña, no fue un maestro titulado, pero su fama de buen profesor trascendió todos los pueblos, desde Huancabamba hasta Piura, pues él enseñó en La Alberca, en Salitral en Bigote, en Buenos Aires, en Huancabamba y en Canchaque por muchos años. Fue un maestro de verdad, por convicción y vocación, muy serio y severo en sus actos, y exigía hasta el hartazgo, de tal manera que cuando no se cumplía con las tareas que dejaba como trabajo en casa, aplicaba castigos dignos de antología. El practicaba la enseñanza del medioevo, con la convicción que la letra con sangre entra, pero no era ajeno a la metodología Mayéutica del sabio Sócrates que instruía a su esposa Xantipa y alumnos en base a preguntas y respuestas hasta encontrar la verdad, y el maestro Juan Tercero Ocaña, solía castigar las faltas y errores de conocimiento, con una dura palmeta de madera redonda y grande que infundía miedo y causaba mucho dolor en la palma de la mano. La fama de su severidad, permitió la invención difundida de que sus castigos llegaban hasta, a hacer arrodillar a sus alumnos sobre el piso regado de arroz o de alverjas, para así hacerlo más torturante, frente a los cuales, se afirmaba que el maestro Juan Tercero Ocaña contaba con el apoyo incondicional de los padres de familia que aprobaban todos sus excesos porque según afirmaban daban buenos resultados.
Pero así como irradiaba mucha severidad, también supo ganarse con suavidad paternal, el cariño de los niños, a quienes con sus consejos oportunos del día a día, comprendieron que esa rigurosidad que mostró Juan Tercero Ocaña, no era un rezago de la Edad media, sino más bien un fue ferviente deseo de darles una formación humanista, cristiana fraternal e integral de primera calidad, y que se tradujo en que logró formar hombres y mujeres de bien vivir , respetuosos y responsables como lo fue él mismo.
En los pueblos donde enseñó no existían bibliotecas, pero eso no fue obstáculo para poder transmitir los conocimientos básicos, necesarios para adquirir una visión global del mundo a sus educandos. Enseñaba historia y geografía invitando a los ancianos, quienes narraban hechos que a su vez habían escuchado de sus padres. identificaba junto con sus alumnos los vestigios arqueológicos que abundan en los alrededores, huacas, ríos, caminos, construcciones, cuentos, mitos y leyendas que encantaban escuchar a los niños.
Enseñaba biología, en base a experimentos y observando los cronogramas de los cultivos de la zona, como: el algodón, maíz, arroz e igualmente observaba junto con los alumnos, como era que las abejitas polinizaban las flores de la plantas que pasaban a formar los frutos, después de un proceso fisicoquímico de fotosíntesis producido por los rayos solares.
Igualmente enseñaba religión tomando los textos del antiguo y nuevo testamento que los niños escuchaban embelesados, como la historia del pobre Lázaro y el rico epulón o sea el tragón recalcando que mientras el pobre Lázaro recogía las migajas que caían de la mesa, el rico epulón comía en sobreabundancia sin darse cuenta del pobre Lázaro, pero cuando ambos mueren, el pobre Lázaro se va a la gloria mientras que el que el rico se va a quemarse en las llamas del infierno, por no haber sido misericordioso con los pobres.
La historia se enriquecía recalcando que mientras el rico no tenia un nombre propio pues solo aparecía como tragón, el pobre en cambio, sí tenia nombre, porque los pobres así son enaltecidos; mientras los ricos son vacíos sin alma.
Juan Tercero Ocaña como solía recalcar en su firma, pues se consideraba que pertenecía a una tercera generación de su familia Ocaña, siendo su abuelo Juan Primero Ocaña, su padre Juan Segundo Ocaña y a El le correspondía Juan Tercero Ocaña. Fue alto, gordito, blanco, pelo lacio, buen mozo, y eternal soltero, eunuco desde su eternidad, por ende nunca formó un hogar, porque consideraba que sus hijos eran todos sus alumnos a, quienes dedicó por completo todas sus atenciones y trabajos, así como el apóstol Pablo que decidió ser soltero y liberto total, para poder difundir a tiempo completo el Evangelio por todo el mundo de su época, y no paró hasta llegar a Roma que fue el centro del Imperio Romano, en donde finalmente ofrendó su vida manteniendo la convicción de ser un verdadero apóstol de Jesús.
Igual que San Pablo Apóstol no percibía ningún sueldo del Estado, y el pueblo cubría todas su necesidades, dotándole de vivienda, cuidados caseros y regalándoles víveres, frutas y animales domésticos, de manera que nunca le falto ni sobró nada. En sus últimos años fue reconocido por el estado, otorgándoles un sueldo igual al que los hacendados pagaban a los maestros que educaban a los hijos de sus trabajadores.
El profesor Juan Tercero Ocaña fue célibe para dedicarse totalmente a la formación humanística y cristiana de los niños y niñas que le fueron confiados, y en esta tarea consumió su vida, hasta alcanzar la ancianidad. Murió en Salitral ya bien entrado en años, rodeado de su alumnos que le quisieron bien y gozando de todos cariños de la gente. Antes de expirar dijo: El maestro prepara al hombre para la vida y para que nunca tenga hambre de pan, pero también para nunca deje de tener hambre de Dios.