ASí FUE MI MADRE JESÚS TINEO DE DÍAZ EN MALACASÍ.
La familia Díaz Tineo llegaron a Malacasí en el año 1942 y ahí se afincaron para siempre. Doña Jesús Tineo fue de talla mediana, blanca, buena moza y de hablar castizo y directo.Muy trabajadora de sol a sol, y cuando se quedó viuda en 1958 a los cuarentitres años de edad, ella sola asumió las responsabilidades del hogar para sacar adelante a toda su familia. Doña Jesús Tineo de Díaz nació en las alturas de Huancabamba en 1915, se casó en 1936 con don Teodoro Abraham Díaz Calonge, y de su seno nacieron cuatro hijos. Dos de sus hijas vivieron con ella en Malacasí toda la vida, recalcando que su hija Ena Díaz renunció al matrimonio y se quedó soltera para dedicarse exclusivamente a cuidar a su madre hasta la muerte.
En 1960 y 1962 Doña Jesús Díaz compró dos chacras de frutales, y durante más de veinte años ella se encargó de cultivarlas mejor que cualquier varón, logrando un buen status económico, y otras comodidades. Las dos chacras estaban juntas y en una de ellas había una huaca preinca donde se solía huaquear en los días de Semana Santa y sobre la cual se contaron algunas historias. Se decía que durante las noches oscuras de luna nueva, muchas personas que pasaron cerca de la huaca veían una luz azulina como de un potente farol que se aparecía desde un costado de la huaca, se elevaba como a dos metros de la tierra y se desplazaba lentamente dando vueltas alrededor de la misma y luego volvía al lugar de partida y se enterraba,
Contaba mi primo Carlos Tineo Ríos que un día se reunió con un maestro chamán para consultarle sobre ese extraño fenómeno, averiguando que en el lugar se hallaba enterrado un rico tesoro perteneciente a un importante guerrero pre-inca que se sepultó con toda su familia y su patrimonio consistente en gran cantidad de huacos, joyas, vajilla de oro y plata así como otros finos adornos embellecidos con preciosas gemas de rubíes y zafiros corindones multicolores, destacando un hermoso escudo defensivo adornado con una figura heráldica llamada, el Carbunclo que exhibía ocho bastoncitos de oro concéntricos finamente trabajados, adornados con rubíes rojos y zafiros variopintos como impresionante arco iris.
Con este dato, Carlos Tineo y otros muchos amigos, huaquearon por más de 20 años haciendo que la huaca quedara como si hubiera sufrido un feroz bombardeo, pero nunca encontraron nada, ni siguiera algunos buenos huacos, para el recuerdo. Doña Jesús Tineo, jamás se preocupó por el tesoro enterrado en la huaca pero sí pudo cultivar con esmero sus dos chacras y así pudo reemplazarlo por otro tesoro conseguido a base de su trabajo incesante, que hizo posible criar y educar a sus hijos.
En 1983, un fuerte diluvio se desplomó sobre todo el alto Piura y los ríos arrasaron con todo lo que encontraron a su paso entre otros, a las chacras de doña Inés Ríos, don Juan Jiménez, don Pablo Flores, don Juan Correa y al menos un 50% de la chacra de doña Jesús de Díaz, junto con casi la totalidad de la huaca preinca. Los conocedores de tesoros enterrados, creen que estos entierros, están destinados a terminar en el mar, por eso en 1983, el río tomo extrañas direcciones para acercarse a la huaca que contenía un carbunclo y sus riquezas, arrasando también, con la chacra y la huaca, que después solo quedaron como un buen recuerdo, de la bonanza que permitieron por muchos años para toda la familia.
El 15 de Febrero de 1994 a las tres de la madrugada, doña Jesús Tineo de Díaz, que estaba próxima a cumplir los 79 años de edad, fue sorprendida por un violento y fulminante ataque al miocardio, que dio término con su existencia, y se fue de retorno al lugar de nuestros ancestros, sin mayores sufrimientos, como les sucede a los hijos de la misericordia de Dios..
La misma noche de su muerte, mi madre doña Jesús Tineo de Diaz, en un acto paranormal, completamente sobrenatural, se comunicó telefónicamente conmigo, para decirme todo la grandeza de su amor maternal, pero yo no le entendí, ni puede responderle en medio de la confusión del sueño profundo interrumpido y porque, la comunicación se interrumpió bruscamente y no permitió ninguna posibilidad de agradecerle, cortándose automáticamente. Así cumplió su promesa de no morir sin despedirse, a pesar que nos separaban más de mil kilómetros de distancia uno del otro.
Por lo que solo me queda pensar que un día, más temprano que tarde, estaremos reunidos toda la familia en la eternidad para darnos un abrazo gozoso y universal en medio de una alegría sin final.