LA SOPA DE AVE MALACASINA
Wuli Wani Wanaga
Watabuinegui consup
Watabuinegui Wanaga
Si tú quieres bailar,
Sopa de caracol
Eh!!!!
Los restaurantes de don Isaac Tong, y Doña Jesús Varona fueron los más notables famosos y concurridos de Malacasí luego hubo otras casas donde se expendía comida a cual mejor gusto, como Doña Esther Zeñas de Riofrío, Paulita More, Faustina García, Santos Zúñiga, Jovita Malara y otras más que ofrecían sus más variados menús.
Doña Santos Zúñiga, fue experta en la preparación de sopas y estofados de gallina, que eran deliciosos y requeridos por muchas personas, por lo que se agotaba rápidamente. Ella, que fue una mujer bajita, gordita, de carácter difícil y renegona, y hasta mordaz para poner apodos a la gente que no congeniaba con ella, por ejemplo a los de cara gruesa y gorda les llamaba “Cara de animal” o “cara de gato macho”, esto le ganó muchos adversarios que inventaron la mala historia que doña Santos, por las noches se convertía en lechuza y salía a volar emitiendo chillidos espeluznantes que causaban mucho temor, pero esto fue solo una gran mentira porque doña Santos fue una persona buena, decente y católica.
Para separar una ración de sopa o estofado con doña Santos Zúñiga, había que acudir desde temprano y cuando se le preguntaba sobre el menú que estaba preparando, ella con tono medio sarcástico respondía, ¡está hirviendo una rica sopa de calandria!, o sea de chisca, pero ella lo decía para referirse a la sopa de gallina, a la cual le agregaba la sangrecita de la gallina degollada con la finalidad de darle todo el sabor que deseaba.
Cada pueblo o nación tiene sus platos típicos, que presentan como lo mejor de sus ofertas porque generalmente, son comidas con mucha historia, que se han gestado con el paso de muchos años. En Trujillo es conocida la sopa Shambar que es la sopa del campesino trujillano preparada con trigo, mote, garbanzos, habas , frejoles secos mezclados con carne de ternera y orejas y rabo de cerdo; la sopa Teóloga de semana santa en base de pescado; en Huancayo la sopa patasca de vísceras y cabeza de carnero combinada con mote; en Arequipa sopa chupe de camarones; en Iquitos sopa de gallina Inchicapi y sopa Timbuche de pescado; en España la sopa Gazpacho preparada a base de hortalizas, verduras y tomates, era la sopa del campesino y normalmente se toma fría; en Moscú se toma la sopa Borsch tradicional de Rusia y Ucrania preparada a base de remolacha.
En Malacasí fueron famosas la sopa de pata de toro y la sopa de gallina negra, la sopa de iguana, para levantar todos los ánimos, soportar la rudeza del trabajo fuerte del campo y el desgaste físico del cuerpo.
Don Dolores Tineo y Don Modesto Montalbán, que vinieron de las alturas de Huancabamba hablaban que de jóvenes se habían alimentado con leche de burra negra, sopa de huesos de oso y sopa de gallina virgen enriquecida con chicharrón de macanche.
Pero los que vivimos en esa época de la década de 1960 guardamos bien escondido un especial recuerdo de doña Jovita Malara, esposa de don Emilio Rivera que anunciaban en la pared de su casa el menú que habían preparado en el día, ofreciendo la rica sopa de ave, como plato especial de la casa, en su lenguaje refiriéndose a la sopa de gallina, pero los desconfiados pensaban que la sopa de ave, no era precisamente de gallina sino de Gallinazo y por ello recalcaba en el anuncio “Sopa de Ave” Los esposos Rivera Malara tuvieron una sola hija mujer muy bonita blanquita y bien muñequita, llamada Teresita Rivera Malara que se casó con un joven cataquense del bajo Piura, bien trejo y criado desde niño con chicha de jora en vez de leche y mucha caballa con yuca y plátano.
El joven era dueño del camión San Rafael, que hacía servicio de carga desde Malacasí hacia Piura. Tan luego como se casó con Teresita, el cataquense se la llevó para siempre y no se les volvió a ver por Malacasí.
Después del matrimonio de su hija, los esposos Rivera-Malara permanecieron en Malacasí algunos años más viviendo su vejez acompañándose mutuamente, pero la gente maliciosa y mitómana que les gustaba inventar cuentos, comentaban que ambos, doña Jovita y don Emilio eran brujos consumados, que por las noches se convertían; en lechuza doña Jovita y en búho don Emilio y transmutados en aves rapaces, se iban al campo a conseguir las aves que servían para preparar la sopa que ofrecían en su casa a los Malacasinos, quienes la saboreaban con deleite, pues como dice el dicho “Ojos que no ven, corazón que no siente” y “Veneno que no mata, engorda”.
Las personas que conocimos a don Emilio Rivera y a doña Jovita Malara damos fe que los cuentos y habladurías que se tejieron de ellos eran pura envidia, de ver el progreso de ambos esposos que siendo ya mayores, se ganaban la vida honradamente, vendiendo agua de una noria que hicieron a puro punche en su corral y preparando comida, como la famosa sopa de ave que fue la más rica y sabrosa, pues era servida con doble presa.
Así en este escenario los Rivera Malara emigraron a vivir al distrito de Bigote y luego al caserío de la Quemazón y no se supo la fecha de sus defunciones, pero con toda seguridad podemos afirmar que en la otra vida les esperaron sus paisanos Malacasinos para compartir la eternidad recordando la sopa de ave tan sabrosa que se servía en su mesa.
Así quedan registradas la sopa de Ave de doña Jovita Malara, y otras sopas que degustaron algunas personas de Malacasí, así como el matrimonio de su hija Teresita Rivera con el joven cataquense, para que nos olvidemos mientras alguien pueda perpetuarla leyendo esta lectura que es parte de la historia de Malacasí.